lunes, 18 de marzo de 2024

¿«HABEMOS» O «ESTAMOS»

¿«Habemos» o «estamos»?


Ambas formas son correctas, pero no significan exactamente lo mismo. «Habemos» es una forma verbal de uso muy extendido que equivale a «somos» o «existimos»; pero con referencia a determinada ubicación espacial o temporal: «En Lima habemos muchos que bailamos huayno»; «Actualmente aún habemos quienes no nos dejamos avasallar por la Academia». Tiene todas las características de lo que sería el indicativo en primera persona plural del verbo «haber», pero no lo es realmente; se trata, únicamente, del sinónimo de «somos» o «existimos», y no de «estamos». 

Cuestionarlo y, más aún, rechazarlo por aquello de que el verbo «haber» no se conjuga en plural es absurdo y, digamos, injusto y hasta antidemocrático: «habemos» es una forma verbal creada legítimamente, con su propio significado, por el uso, que, en cuestiones de lengua, es «árbitro, juez y dueño» (Horacio dixit). Proviene, sin duda, del verbo haber, pero el uso le ha dado su propio significado, y esto es, simplemente, válido. Tarde o temprano la (en algunos aspectos aún anquilosada) RAE, tendrá que asumir esta validez que es indiscutible en la firma verbal «habemos» (ojo: no «aceptar», ni menos «autorizar» su empleo, porque esto no es el papel de la Academia); estoy plenamente convencido de que así tiene que ser, y así será. 

Ah, otra cosa, finalmente. La RAE no está, como dice el primer artículo de los Estatutos de la respetable institución, transcrito por Esmeralda Quiroga -la autora de la nota en la página que aquí inserto- para «velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene»; su función, entre algunas otras, es, básicamente, lexicográfica (elaboración del Diccionario oficial), de sistematización y difusión de la norma lingüística (que se da en el habla) y también de asesoramiento, y es, además, dadora de consejos; no es una suerte de «protectora» ni menos cumple el rol de censora de nuestro idioma; pero sí, naturalmente, es muy útil. 

Habemos muchos que nos atrevemos a discrepar de algunos criterios académicos de la docta corporación matritense, pero lo hacemos «en buena onda», haciendo uso legítimo de nuestro derecho a la libre opinión, pero nada más: aunque parezca increíble, la verdad es que alabamos la existencia de la RAE. 

 

© Bernardo Rafael Álvarez

lunes, 30 de octubre de 2023

«CAMBIA, TODO CAMBIA»

Una bella canción que cantaba Mercedes Sosa dice así: «Cambia, todo cambia…». Es verdad, todo cambia. 

¿Y por qué la lengua tendría que ser un organismo anquilosado, un fósil? No lo es, en realidad. Y, como lo he dicho más de una vez y hoy lo vuelvo a decir: la etimología nos da cuenta del origen de las palabras, pero no impone reglas de uso, ni semánticas. Veamos las siguientes «curiosidades»:

DOBLE: Proviene de dos. Pero no es solamente «dos veces mayor», ni únicamente hace referencia a dos elementos iguales. En Pallasca, por ejemplo, también significa «resistente, fuerte»: «Esta soga sí que es doble». (cf. Diccionario pallasquino). En el DLE podemos encontrar esto: «Dicho de un tejido y de otras cosas: De más cuerpo que lo sencillo». 

TERCIO: Proviene de tres. En Pallasca, sin embargo, es cada una de las dos mitades de la carga de una acémila, especialmente cuando se trata de alfalfa, leña u otros elementos que pueden ser acarreados en haces» (ver: Diccionario pallasquino). Y algo similar aparece también en el DLE, además de la referencia a «bulto». 

CUARTO: Proviene de cuatro. Pero es, también, un dormitorio y, en general, una habitación en la casa (no la cuarta parte de la vivienda). 

QUINTA: Obvio, de cinco. Y, hace varios siglos, se llamaba así a la quinta parte de un terreno. Pero -como todos sabemos- aquí tenemos una agrupación de viviendas con entrada común y hasta con jardines (como las hay en muchos otros países), llamada Quinta Heeren, que nada tiene que ver con el número cinco. 

QUINTA COLUMNA: También de cinco. En un principio (durante la guerra civil española), esta expresión se refería exactamente a una columna que traicionaba a los propósitos de otras cuatro que sí eran fieles a la resistencia contra los golpistas (o sea, era exactamente la quinta). El empleo de la expresión siempre fue de carácter militar. Ahora hace referencia, genéricamente, a los que apoyan, casi siempre clandestinamente, a los enemigos (y tampoco tiene que ver, en esto, el número cinco). De esta expresión ha surgido el sustantivo "quintacolumnista". 

Y, ahora, dos más para terminar: 

¿Saben qué significa «nada»? Cierto: «inexistencia total». Sin embargo, proviene de la voz latina «nata» cuyo significado es «nacida». ¿Y saben si «jamás», siempre ha sido sinónimo de «nunca»? No, más bien ha sido sinónimo de «siempre»; en latín: «iam magis», que es «ya más». 

(Es acertado, pues, lo que afirma la filóloga española Lola Pons (que, en verdad, debiera, ya, estar en la RAE): «... más allá de la ortografía, sabemos que la lengua es variación, que está viva. Y una lengua que no cambia es una lengua muerta»).

¡Un abrazo, amigos queridos!

 

© Bernardo Rafael Álvarez


sábado, 28 de octubre de 2023

"TERNA" YA NO TIENE QUE VER SOLO CON TRES

 

1)1)   Esto lo escribí y publiqué en Facebook, el 14 de abril del 2018:

 

TERNO / TERNA

 

TERNO. Este sustantivo tiene varios significados, pero en nuestro país le atribuimos solo uno: corresponde, digamos, a un atuendo generalmente masculino. Alguien dice: "Me han invitado a un matrimonio, así que voy a comprarme terno nuevo"; es decir, aquel buen señor irá seguramente a "Saga Falabella" o quién sabe a "Ripley" y allí, mirando a los maniquíes, dirá "este me lo compro" y, efectivamente, lo comprará y, así, muy contento regresará a su casa llevando consigo saco y pantalón flamantitos, que harán "juego" con sus zapatos "Calimod". El terno es, pues, para nosotros lo peruanos, esa combinación indumentaria de saco y pantalón. Llamar "terno" a eso, es -por el uso recontrageneralizado- completamente legítimo (ya sabemos: el uso manda). Pero, etimológicamente, esa no es la palabra correcta para designar al referido vestuario. "Terno", tiene su origen en "tres"; terno es -en sentido genérico- un conjunto de tres elementos unidos o identificados por algo en común, pero, como todos sabemos, aquello a lo que nosotros actualmente llamamos "terno" solo consta de dos elementos (o piezas): un saco y un pantalón. Un amigo mío -ya fallecido- decía socarronamente: "A esto, en vez de terno, debiéramos llamarlo "derno". Bueno, entonces ¿por qué diablos llamamos terno a lo que no es, estrictamente un terno? Por esto, sin duda: porque hace ya varias décadas, la elegancia masculina, en las ciudades, se ponía de manifiesto por el uso, muy común, de saco, pantalón y chaleco (que, como vemos, son tres cosas, unidas o identificadas por algo en común: la tela y el color). Ah, otra cosa: el terno, que es sustantivo masculino, tiene su "contraparte" femenina: "terna"; pero -ojo al piojo- lo de "contraparte" tiene que ver únicamente por el parecido fonético y por su escritura, no por su significado. Terna es -como dice el DLE: "Conjunto de tres personas propuestas para que se designe de entre ellas la que haya de desempeñar un cargo o empleo". Nunca (literalmente hablando) una terna es un conjunto de cuatro o más personas, ni tampoco de menos. En el mundo del deporte de masas, el fútbol, esta palabrita solía ser usada con propiedad: la terna de árbitros (el principal, con silbato en mano, siguiendo en el gramado las jugadas de los equipos contrincantes, y los dos llamados "jueces de línea", que se ubican cada uno en una banda lateral de la cancha, como apoyo al principal. Pero no todo es estático, menos en asuntos de comunicación: el significado sigue siendo el mismo pero, en la práctica, ahora hasta las ternas de árbitros han cambiado; ahora en muchos casos son más de tres sus integrantes ¡Cosas de la lengua, caracho, caprichos del uso!  

 

2)  2) Y esto lo acabo de escribir hoy día (28 de octubre del 2023), y hace referencia al texto anterior:

 

¡EN QUÉ ME HABRÉ METIDO, CARACHO! 

 

Me acaban de dar a entender que estoy equivocado respecto de aquello referido al significado de «terna»; y que, con lo que afirma la Fundación del Español Urgente (Fundéu), prácticamente he quedado en ridículo. (¡Ahora, pue! Ya no se dónde meter la cara por la vergüenza). 

Esto es lo que dice la referida institución: «La voz terna designa el conjunto de tres personas propuestas como candidatas para un puesto, no un conjunto de un número diferente de este». ¡Letal, caracho! Bien, sigamos leyendo: 

«En la prensa (o sea -digo yo- en el uso; no en la Academia), sin embargo, pueden encontrarse ejemplos como los siguientes: "En la terna de candidatos a ese puesto hay cuatro fiscales", "Una terna formada por doce candidatos que aspiran a la presidencia" y "El tema se impuso en una terna con muchos contrincantes".» ¿Ven? Tira de ignorantes estos periodistas, ¿verdad? Pero, continuemos. Agrega la Fundéu: 

«El Diccionario de la lengua española define terna como "conjunto de tres personas propuestas para que se designe de entre ellas la que haya de desempeñar un cargo o empleo"...». Clarísimo: eso es lo que, efectivamente, dice el Diccionario oficial, pa' qué negarlo.

Y ahora viene una precisión muy interesante: «El sentido de "tres" que posee el sustantivo viene del latín». Cierto. ¿Saben qué quiere decir con esto? Que el significado etimológico de la palabra «terna», el original, vino desde el latín: «tres», que en la lengua de Lacio se escribe, si no me equivoco, así: «trēs». 

Pero lo que la Fundéu agrega a lo dicho es que, sin embargo, esto «en ocasiones no se advierte en la actualidad». Es decir, que en estos tiempos no siempre se pone atención a ese significado etimológico. Es verdad. Y esto, ¿saben a qué de debe? Se debe a que a muchos no les importa, y no tiene por qué importarles (salvo por "cultura general"), el significado que tuvieron las palabras en su lengua de origen, pues -como más de una vez lo he dicho- la etimología, que es el origen de las palabras, da cuenta -principalmente- de eso, del antecedente digamos «histórico» de una palabra, pero no manda en el uso ni en el significado que actualmente queramos darle: esto corresponde a la facultad, al arbitrio y, si se quiere, al capricho de los hablantes, y nada ni nadie puede impedirlo: ni la RAE, ni mucho menos la Fundéu. 

Y, efectivamente, la RAE y la Fundéu lo saben y, por eso (salvo algún ocasional exabrupto), lo único que hacen en casos como este del vocablo «terna» es dar alguna explicación etimológica y solo recomendar o «aconsejar», porque están convencidos de que la última palabra, en cuestiones de la lengua, la tenemos nosotros los hablantes y no, insisto, la etimología. Repito, saben que no nos importa cuál haya sido el sentido que tuvo la palabra en su origen latino, y por ello la Fundéu solo se atreve a decir que «(a)un así, lo adecuado es usar terna solamente para un conjunto formado por tres candidatos»; pero el uso («arbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua»: Horacio dixit) dice otra cosa, pues; así que, caballero nomás. 

¿Y el Diccionario, según el cual «terna» es un «conjunto de tres personas»? Tarde o temprano tendrá que reconocer que, en gran medida, el significado etimológico de "terna" para nosotros, como decimos los peruanos, ya fue; o, tomándolo por el "lado amable", que el vocablo «terna» no solo se refiere a tres personas. 

Para terminar, un par de curiosidades: ¿Saben qué significa «nada»? Cierto: «inexistencia total»; sin embargo, proviene de la voz latina «nata" cuyo significado es «nacida». ¿Y saben si «jamás», siempre ha sido sinónimo de «nunca»?; les digo: más bien ha sido sinónimo de «siempre» (en latín: «iam magis», que es «ya más»). 

(¡Ay, Taitito, en qué me habré metido, caracho! Qué me dirán ahora). 

© Bernardo Rafael Alvarez


 

jueves, 19 de octubre de 2023

ENMEDIO, ADVERBIO DE LUGAR

¿Recuerdan, amigos? En un post de hace un año, en Facebook, dije que «-aunque, por ahora la RAE diga lo contrario- sí es admisible (es correcto) escribir (como lo hacen muchos) "enmedio"...». Es que la Fundéu-RAE (Fundación del Español Urgente) afirmaba esto: «La locución en medio, utilizada para indicar el espacio entre dos cosas, personas o lugares, o para determinar un punto concreto comprendido entre dos límites temporales, se escribe en dos palabras, y no enmedio». 

 

No recuerdo qué es lo que, exactamente, señalaba, por su parte, el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), pero el mismo Fundéu lo citaba para sustentar aquella afirmación (el 21/2/2020): «Independiente de su significado, tal como se indica en el DPD (...) la escritura adecuada es en dos palabras: en medio». 


Repito, en mi post señalé que, «por ahora», la RAE indicaba que debía escribirse «en medio». Es que estuve seguro de que ese criterio habría de cambiar tarde o temprano. 

 

Bueno, el DPD, que tiene una antigüedad de dieciocho años (es del 2005) se ha actualizado este 2023 y ahora podemos constatar que ya, por fin, reconoce lo que es real, correcto y justo: que es válido escribir -como lo hacemos muchos- lo que es un adverbio de lugar, con esta grafía: «enmedio», que se emplea en frases como la siguiente: «Al darse cuenta de que el tipo se estaba convirtiendo en una piedra en el zapato, lo cual perjudicaba sus planes, tomó una decisión definitiva: sacarlo de enmedio».

 

Esto es lo que dice, ahora, el Diccionario Panhispánico de Dudas: «Aunque menos frecuente, es también válida la grafía unitaria enmedio, usada sobre todo en México y Centroamérica, y no inusual en España».

 

Ahora, solo falta que la RAE incluya en el repertorio oficial, como corresponde, este adverbio que, ya muchos años  atrás, había sido considerado en el valioso Diccionario de uso del español (DUE), de María Moliner: «Variante ortográfica, no corriente, de en medio».

 

[Si tenemos «enseguida«, «deprisa», «asimismo»,«enfrente», «malentendido», «esotro», «entrambos», «bocabajo«, «caradura», etc., ¿por qué tenía que ser rechazado «enmedio»? ¡Qué tal lisura, caracho! 😃].

 

¡Un abrazo!

 

lunes, 31 de julio de 2023

¿Y DIAY?

Fue, especialmente, a mujeres humildes a quienes en diferentes ocasiones oí pronunciar esta expresión, en Pallasca. Cuando, por ejemplo, un varón hacía una pregunta como esta: "¿Quieres ser mi amiga?", la respuesta que recibía era, también, una pregunta, "¿Y diay?", que podía ser entendida como una aceptación, pero a medias, pues la interpelada -para poder dar un sí rotundo- primero quería asegurarse de hasta dónde, realmente, quería llegar el interpelante; en otras palabras: "Te acepto, pero primero dime qué pasará después". Es que esta expresión pallasquina, "¿Y diay?", tiene este significado: "¿Y luego (o después) qué?". Está compuesta por la conjunción "y" (en este caso, sin función de nexo o enlace), más la contracción formada por la preposición "de" (pronunciada como "di") y el adverbio "ahí" (convertido en "ay"): "¿Y de ahí qué?". Claro que también es usada como una suerte de locución adverbial: "Y diay" ("Y diay veremos qué pasa"); o únicamente "diay" ("después"). Yo -lo confieso-, hasta ahora, estuve convencido de que solo en Pallasca se usaba esta bella expresión. Pero, no. Ocurre que también forma parte del léxico de otros pueblos peruanos, como Otuzco, por ejemplo; y, además, en otros países, como Honduras, Costa Rica y Argentina. Y, ¡agárrate, Catalina!, su componente principal ("diay") aparece en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) y también en el de Americanismos (y esto me alegra, porque es muestra saludable de lo democrática que está comportándose la Academia: reafirmación palpable de que el uso manda). Pero, he aquí algo especialmente importante: No solo tiene la función interrogativa que se le da en Pallasca. Según el DLE, en Honduras y Costa Rica es empleada "para expresar afirmación, interrogación, admiración, ignorancia o desconocimiento"; y, según precisa el segundo diccionario citado, en Honduras igualmente es empleada como saludo y además -casi como en Pallasca- sirve para expresar el "deseo de que el emisor termine su discurso". En Argentina, concretamente en Tucumán, "es muy usada para saludar", según explica una página de Internet ("serargentino"), en el sentido de "¿cómo estás?"; y también se la emplea para "apurar y exigir que agilicen una tarea". Tal vez (no lo puedo afirmar con seguridad) porque solo se usa en muy pocos pueblos, el Diccionario de Peruanismos no registra esta expresión. Bueno, seguiré averiguando para saber en cuántos pueblos peruanos más es empleada, y diay veremos. 😉 ¡Lindo nuestro castellano, caracho!


martes, 13 de junio de 2023

¿AUTOMOTRIZ O AUTOMOTOR?

 

En la sección "El habla culta" que nuestra ilustre lingüista Martha Hildebrandt tenía en el diario El Comercio (8 de julio, 2019), encontramos lo siguiente: «Es muy frecuente que nuestros diarios y otros medios de comunicación utilicen locuciones nominales erróneas como *seguro automotriz, *crédito automotriz, *repuestos automotrices*». Pero, la verdad, no solo en los diarios, sino también en el habla cotidiana, y esto también lo había reconocido doña Marthita en su valioso libro "El habla culta" (2003): "... muchas personas de habla culta incurren en el error de usar el adjetivo femenino motriz calificando a sustantivos masculinos: impulso motriz, sistema motriz, por ejemplo". Así es. Y se dicen, igualmente, expresiones como estas: "taller automotriz", "parque automotriz". Nuestra inolvidable académica las calificaba -yo lo vimos- como "locuciones nominales erróneas" y, más rudo aún, Fernando Lázaro Carreter (el académico español que -¿recuerdan?- vivía medio atormentado por el verbo "aperturar") consideraba que eran muestras de "un arraigado disparate". 

"Locuciones erróneas", "arraigado disparate". ¿Por qué? Bueno, se asumía y sigue asumiéndose, hasta ahora, que prácticamente todos los sustantivos y adjetivos terminados en "-triz" ("emperatriz", "obstetriz", "actriz", "institutriz", "motriz", "automotriz", "generatriz") son -gramaticalmente- femeninos, solo femeninos. Por ello es que el casi prohibitivo Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) afirma categóricamente lo siguiente: "Es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos: impulso motriz", y agrega: "Debe evitarse el error frecuente de usar los femeninos en -triz referidos a sustantivos masculinos". Repito: hasta ahora. 

Pregunto: ¿De verdad "es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos"? ¿Se trata, realmente, de un "disparate"? ¿Con qué argumento lingüístico sustentaríamos una respuesta afirmativa a estas preguntas?

Básicamente, debemos tener en cuenta que el sufijo "triz" (del lat. -trix, -trīcis) tiene, digamos, la función de formar adjetivos y sustantivos femeninos, como los que hemos visto: actriz, emperatriz (sustantivos); generatriz, directriz (adjetivos). Efectivamente, actriz es, siempre, una mujer, como mujer es siempre, también, una emperatriz (no hay actrices ni emperatrices que sean varones). Género femenino, sin lugar a discusión, en estos sustantivos. ¿Y qué debemos decir respecto de los adjetivos mencionados? Generatriz y directriz están relacionados con sustantivos femeninos y, así, podemos decir, por ejemplo: línea generatriz, idea directriz. ¿Y por qué no podemos, como hacen muchos, decir "impulso directriz"? Obvio, más de uno responderá: "El adjetivo debe coincidir en género con el sustantivo correspondiente, y eso no es lo que ocurre en la secuencia "impulso automotriz", pues "impulso" es sustantivo masculino y "generatriz" es adjetivo femenino; en consecuencia, estamos ante una construcción gramaticalmente irregular y, sobre todo, incorrecta y, por tanto, inválida.

La respuesta está, plenamente, ajustada a la norma: "... los adjetivos concuerdan en género y número con el sustantivo del que se predica o sobre el que inciden" (Nueva Gramática de la Lengua Española, 11.1f). O sea, todo claro, ¿verdad? Sí, todo claro. En consecuencia, diríamos que vale lo dicho por el DPD, que ya he citado: "Es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos: impulso motriz".

Bien, aquí surge otra pregunta (tal vez a la manera socrática, en busca de la verdad). ¿Qué es lo incorrecto en asuntos lingüísticos o, más específicamente, en cuanto a cuestiones idiomáticas? Probablemente, la respuesta más aceptable sea que se considera incorrecto a todo aquello que no se ajusta a las reglas (gramaticales, ortográficas). Así, por ejemplo, cometo un error si no pongo la tilde respectiva, donde corresponde, en una palabra aguda que termina en "n", "s" o vocal; y, obvio, también si a un sustantivo masculino le asigno un adjetivo femenino. 

Concordancia en género, pues. Y no solo con los adjetivos sino, también, con los artículos: el, la. Ahora, sobre esto, nuevamente pregunto: ¿Qué pasaría si, v.g., en lugar de decir "el calor" digo "la calor", o "la color", en lugar de "el color"? Cierto, podría saltar, otra vez, el DPD ("el casi prohibitivo", dije antes), para advertirnos -como, en efecto, lo hace- que allí no debemos emplear el artículo "la", ya que ambos sustantivos son voces masculinas "en la lengua general culta" y que "su uso en femenino, normal en el español medieval y clásico, se considera hoy vulgar y debe evitarse". Como vemos, ya son tres los calificativos implacables: "locuciones erróneas", "arraigado disparate" y, ahora, "uso vulgar". ¿Estaríamos ante un atentado contra una regla o norma de cumplimiento obligado, que deba acatarse a pie juntillas? Mi respuesta enfática: No.

"Color" y "calor" son, efectivamente, sustantivos masculinos, pero también son usados como femeninos, y no solo en textos literarios ("con finalidad arcaizante", dice el DPD -¡qué ocurrencia, caracho!-), sino también, con frecuencia, en el habla común de muchas gentes y en diversos espacios. Ocurre lo mismo con "mar", cuyo empleo en femenino no se da únicamente "entre la gente de mar (marineros, pescadores, etc.)". Ah, y es conveniente recordar que estos usos no son recientes. El Diccionario de Autoridades (Tomo II, 1729) ya hacía referencia al uso en femenino de estos sustantivos. Respecto de "mar", indica que es sustantivo ambiguo ("s. amb"); y, sobre "calor" y "color", afirma lo que enseguida transcribo textualmente. Calor: "Es voz puramente latina, y algunos la hacen femenina, diciendo la calor"; Color: "Aunque lo más proprio y conforme a su origen es usar este nombre como masculino, algunos le usan como femenino". (Por cierto, hay que entender que cuando habla de "algunos" no se refiere a cuatro o cinco personas). 

Ahora, ¿resulta razonable la recomendación o consejo ("debe evitarse") que nos hace, respecto de los sustantivos "calor" y "color", el Diccionario Panhispánico de Dudas? ¿Por qué no se muestra, igualmente, escrupuloso frente al uso femenino del sustantivo "mar"? ¿Y por qué no hace lo mismo, también, con "puente" o "tilde" que, aunque no mayoritariamente, también admiten el femenino y el masculino, respectivamente? ¿Reglas selectivas? Lo qué pasa es que en estas cosas -ya es tiempo de decirlo- no hay nada inamovible. Por eso (aunque no viene, precisamente, al caso), según la norma, para los sustantivos femeninos que empiezan con "a" tónica se emplea únicamente el artículo masculino, por aquello de la cacofonía: el agua, el águila, el alma, el hacha, etc.; sin embargo, no decimos "el árbitra" o "el hache", y cuando nos referimos al femenino del sustantivo "ácrata" (partidaria de la acracia) no usamos el artículo masculino. Es que, repito, la rigidez, definitivamente, no es cualidad ni menos principio en el uso de las lenguas. La lingüística no es un asunto matemático.

Bueno, a estas alturas creo que ya es tiempo de volver a lo de "automotor' y "automotriz', ¿verdad? Y es cuando surge una nueva pregunta: ¿Qué resultaría afectado si, en lugar o además de "taller automotor" o "parque automotor", decimos "taller automotriz" o "parque automotriz"? No se dañará el sistema de protección frente a accidentes de tránsito, y el número de vehículos que hay en la ciudad no será alterado. Tampoco será lastimado el idioma castellano. Todo seguirá igual. Cosa distinta pasaría si, por ejemplo, a un actor le decimos "actriz" y nombramos como "emperatriz' a un emperador. Se entendió, ¿no es cierto? Claro.

Dije que la rigidez no es cualidad ni menos principio en el uso de las lenguas, que no hay nada inamovible en esto; por ello es que hice referencia al femenino del sustantivo "ácrata", ya que, a pesar de que comienza con "a" tónica, en su caso debe emplearse el artículo en femenino. Esto, debido a que, cuando los sustantivos que comienzan por "a" tónica designan seres sexuados y su forma es única para cualquiera de los dos géneros, el artículo empleado siempre será "la" si el referente es femenino, pues -como bien dice el DPD- "este es el único modo de señalar su sexo". 

Como vemos, apareció aquí un término no mencionado antes: "sexo". Y es cuando debo aludir a las eventuales implicancias que tendría el hecho de llamar "actriz" a un actor y "emperatriz" a un emperador. Si eso ocurriera estaríamos ante un verdadero disparate, y no precisamente de carácter gramatical sino, digamos, relacionado con un asunto sensible, el de la propia identidad de cada uno de los aludidos; quiero decir que -por razones obvias- no nombraríamos como hombre a una mujer, ni como mujer a un hombre.

¿Y podríamos, en cambio, decir -por ejemplo- "taller automotriz" o "parque automotriz", sabiendo que los sustantivos mencionados son masculinos y los adjetivos son femeninos? No sé cuál podría ser la respuesta de los académicos, pero la mía es clara, directa y rotunda: sí. Estoy convencido de que no habría (no hay, realmente) ningún problema si hiciéramos tal cosa, como en verdad hacen muchos.

Efectivamente, "taller" y "parque" son sustantivos a los que les corresponde el género masculino; pero esto es así porque les hemos asignado ese género, arbitrariamente y no porque pudiéramos haber encontrado correspondencia entre dicho género y alguna característica "natural" de los objetos nombrados ("taller", "parque"), pues no lo hay debido a que los seres inanimados no tienen sexo. Sin embargo, hemos asumido convencionalmente (y es lo que recoge la norma) que no es correcto que a un determinado sustantivo le asignemos un adjetivo de género opuesto al suyo y, en tal sentido, todos reprobamos (y no solo académicos) que se diga, por ejemplo, "sombrero blanca" o "mesa redondo" por ser "escandalosamente" notoria la discordancia que allí se presenta, pues sabemos que en nuestra lengua los adjetivos y sustantivos masculinos y femeninos se distinguen, sobre todo (no únicamente),  por estas desinencias: "-o" en el masculino y "-a" en el femenino.

Sin embargo, tal reprobación (mayoritaria, quiero decir) no se daría (y de hecho, no se da) respecto de expresiones como "taller automotriz" o "parque automotriz", ya que en estos casos la falta de concordancia gramatical solo es advertida por las personas de "elevada cultura", que saben -porque lo han leído en el Diccionario- que con el sufijo "-triz", proveniente del latín, se "forma adjetivos o sustantivos, unos y otros, femeninos, que significan agente". Por eso es que, como dije al principio -citando a la doctora Hildebrandt- mucha gente, incluidos periodistas de "diarios y otros medios de comunicación" (es decir -aunque parezca increíble- también personas cultas), suelen usar expresiones como "seguro automotriz", "crédito automotriz", etc.; porque es evidente que les interesa poco o nada parar mientes en el género y significado etimológico del referido sufijo y lo prefieren por la indiscutible eufonía que le da a los adjetivos que, en el uso, han terminado convirtiéndose en ambiguos en cuanto al género (con uso en masculino o femenino): "parque automotor", "parque automotriz"; "seguro automotor", "seguro automotriz", "crédito automotor", "crédito automotriz". ¿Es, gramaticalmente, "monstruoso"? No. Como no lo es, tampoco, con los siguientes adjetivos que, como ocurre con todos los adjetivos ambiguos, no terminan en vocal "o" ni "a": independiente, tolerante, alegre, servicial, valiente, inteligente, leal, cruel, genial, amable, feliz, etc. 

Como repetidamente lo he dicho en otras oportunidades: el uso manda y hace que aquello que en un momento fue "incorrecto" deje de serlo y adquiera validez y legitimidad. Y algo más debemos tener en cuenta: El hecho de que los sufijos en latín "-trix", "-trīcis" sean femeninos, no es condición que obligue a que el sufijo español derivado de ellos también tenga que ser únicamente femenino. La etimología explica el origen de las palabras, pero no impone normas de uso ni significados; eso corresponde a la potestad, el arbitrio, de los propios hablantes. 

Nada hay, pues, que -razonablemente hablando- impida que el adjetivo "automotriz" y, por cierto, también "motriz", puedan ser empleados con sustantivos masculinos como taller, parque, repuesto, seguro, crédito, impulso, etc. Conclusión: ¿Automotriz o automotor? Con sustantivos femeninos, solo "automotriz" ("industria automotriz", "ingeniería automotriz"). Y para referirse a sustantivos masculinos, ambos ("parque automotor", "parque automotriz"; seguro automotriz", "seguro automotor"; "crédito automotor", "crédito automotriz"). Esto, aunque no guste a algunos, lo está imponiendo -porque así lo quiere- "el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua" (Quinto Horacio Flaco dixit).

                                                                 © Bernardo Rafael Álvarez


domingo, 7 de mayo de 2023

MOROCHO: PERSONA DE PIEL MORENA (¿ORIGEN QUECHUA?)


Lo dice el Diccionario de la Lengua Española (DLE). Pero, ¿del quechua "muruch'u", que es una variedad de maíz "muy duro"? No. Definitivamente, no. ¡Qué absurdo! En ese vocablo quechua no está el origen del adjetivo referido a una persona que tiene la piel morena o el pelo negro y, evidentemente, tampoco tiene que ver con "falto de algunos dientes", ni con "mellizo". 

Pero, sí es válido asociarlo con persona "robusta y bien conservada", ya que, como encontramos en el Vocabulario de la lengua General de todo el Perú llamada lengua Qquichua o del Inca (1608), elaborado por Diego González Holguín, al "hombre fuerte, de complexión sano" (así aparece, textualmente) se le conocía como "muruchhu runa"; en el Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú (1560), de Fray Domingo de Santo Tomás, se dice, también textualmente, "cosa dura, o rezia". Y, bueno, lógicamente también tiene que ver con la mencionada variedad de maíz, que es de color amarillocasi anaranjado (González Holguín: "Muruchu çara: Mayz de los llanos muy duro"). 

Pido disculpas por lo que, sin duda, puede ser visto como un insolente atrevimiento; sin embargo, tengo que decirlo: El Diccionario de la Lengua Española (DLE) se equivoca respecto del tema aquí tratado.

Repito: el nombre coloquial que, especialmente en el Perú, se le da a la persona morena, nada tiene que ver con el vocablo quechua con que se nombra a un tipo de maíz. Se trata, más bien, de un adjetivo formado, traviesamente (como suele ocurrir con las expresiones replanescas o de la jerga popular), a partir de "moro" (origen de "moreno": de "moro" y "-eno") al que se le ha unido, de modo arbitrario, un componente final, en este caso "-cho", como se hizo también, por ejemplo, con "perucho" (peruano), "colocho" (colombiano"), "boliche" (boliviano"), palabras con las que se reemplaza, familiarmente, a los gentilicios que he puesto entre paréntesis. 

Según sugiere la doctora Martha Hildebrandt -en su valioso libro Peruanismos-, el uso de "morocho", como equivalente de moreno, se habría dado inicialmente en Argentina (es argentinismo, dice). Sí, eso es cierto. Sin embargo, nuestra inolvidable lingüista expone una hipótesis -no rotunda, felizmente- respecto de la relación de "morocho" con "moreno": afirma que tal cosa "se explica porque el maíz morocho parece haber sido, además de duro, oscuro". No. En todo caso, oscuro es el que todos conocemos: el maíz morado (que se usa para preparar una mazamorra bien peruana), y también el de color rojo; pero, ninguno de ellos es el morocho. Bueno, la doctora Hildebrandt se muestra cautelosa en cuanto a la relación con el presunto color del maíz (dice "parece haber sido oscuro"); sin embargo, también plantea la posibilidad (en esto, sí, con acierto) de que el vocablo en cuestión se deba a la "influencia de moreno, por coincidir los tres fonemas iniciales. El Diccionario de Peruanismos publicado por la Academia Peruana de la Lengua, en cambio, sí incurre en error al afirmar, textualmente, lo siguiente: "<Referido al maíz> Que tiene color morado o amarillo anaranjado". El maíz morocho no es de color morado.

Bien. La relación que existe entre el adjetivo coloquial equivalente a "moreno" y el nombre del maíz "morocho" solo es de carácter homonímico (es decir, son iguales, pero con significados diferentes) y no etimológico, como equivocadamente aparece en el DLE. 

El maíz morocho, les cuento, en Pallasca es usado, principalmente, de dos maneras: partido, sirve como alimento para las aves de corral; y molido, después de haber sido medio sancochado y luego secado al sol, en mantas extendidas en el suelo, se convierte en la chochoca, que es el ingrediente principal de una de nuestras más deliciosas sopas andinas, cuyo nombre es, precisamente, ese: chochoca (¡añañau!). Efectivamente, el morocho es un maíz duro y, repito, de color amarillo; el otro ("tierno y de mucho regalo", dice Garcilaso, en Los Comentarios Reales) es conocido como "capia" y es el que, al ser tostado, se convierte en la deliciosa cancha.

Me pregunto, finalmente: ¿Cuándo habría comenzado a ser empleado, en nuestro medio, el adjetivo "morocho" como sinónimo coloquial de "moreno"? Es, creo, imposible señalar alguna fecha o época precisa; pero, intuyo que se dio recién durante las últimas décadas (después de los sesentas). En un diccionario, de 1913, que conservo en mi biblioteca, no aparece con el significado en cuestión; en el Glosario de peruanismos del padre Rubén Vargas Ugarte (que es de 1946) ni siquiera es mencionado el término, y tampoco en el librito Jerga criolla y peruanismos (1968) de Lauro Pino. Empero, en Argentina, su uso viene de muchísimo tiempo atrás: en el Vocabulario Criollo Español Sud-Americano del madrileño Ciro Bayo (1959-1939) ya se encuentra registrado el vocablo, y -como era, creo, presumible- allí no se hace referencia (como sí, respecto de otras voces) a un presunto origen quechua; esta publicación, hecha en Madrid, ¡es de 1910!

© Bernardo Rafael Álvare