Efectivamente, como dice la RAE, "el masculino gramatical funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, o en contextos inespecíficos". Cierto. Es que se trata (y así ha sido siempre) de eso, nada más: de un masculino "gramatical" y no de un masculino "sexual". Entiendan bien, "revolucionarios antimperialistas del lenguaje" (es decir, "enemigos del macho"): el decir, por ejemplo, "todos los niños" no atenta contra la sexualidad femenina; el clítoris no va a convertirse en pene. El "todos" es absolutamente inclusivo, porque incluye a varones, mujeres y a transgéneros, etc.
Es absurdo e innecesario proponer (como
quieren algunas afiebradas "oenegés" y otras ramas) la "e"
como reemplazo de la "a" y la "o", y decir
"todes". Y más absurdo, torpe, infantil y hasta medio desquiciado, es
usar "@" y también "x", como grafías dizque
"inclusivas".
La lengua no solo es un instrumento escrito,
no es una estampa para verla, mirarla o admirarla; si está escrita, hay que
leerla y también pronunciarla oralmente, hablarla. ¿Cómo, díganme heroicos
adalides del "inclusivismo", deben sonar expresiones como estas:
"todxs", "niñ@s"? ¿Habrá que retorcer, tal vez, los labios
y la lengua de un modo medio monstruoso o caricaturesco a ver si así sale un
sonido que "satisfaga" a "todos, todas y todes"? La unión
de estas dos consonantes "dx" no tiene sonido específico o, mejor
dicho, identificable (no es como, por ejemplo, son los dígrafos "ll",
"ch" o "rr"), mucho menos lo tiene el signo de arroba (@).
¿Será, tal vez, que pronuncian "todoas» y "niñaos"? Bueno, como
dicen los mexicanos, "no manchen", queridos "cheguevaras"
tardíos y desenfocados. El suelo aún está parejo; no quieran barbecharlo
"por las puras alverjas" si no tienen semilla buena para sembrar.
En fin, el tiempo y las aguas lo dirán. En estas cosas no hay -por lo menos ahora no- nada que pueda -con eficacia- oponerse a lo que pudiera venir en el futuro con la lengua: el uso )no la imposición de "oenegés”, academias o gobiernos) será, como ha sido siempre, lo que decida. Por ahora, solo se exponen opiniones y lo de la RAE y lo mío solo son eso: opiniones. Si quieren seguir usando estas pintorescas y descabelladas novedades posmodernas, háganlo: nadie puede prohibirles. Si, tarde o temprano, el llamado "lenguaje inclusivo" llega a imponerse, pues se impondrá (por más des arrancado y absurdo que sea), y su uso -entonces- será válido y legítimo. La legitimidad la otorgan -recuérdenlo- los hablantes y no las instituciones académicas.
Conclusión: Lingüísticamente hablando, no hay razones valederas para cuestionar el llamado "lenguaje inclusivo", ni menos para rechazarlo (la lingüística no está para dictar directivas, órdenes o consignas, ni menos prohibiciones): el uso es la única autoridad que decide la permanencia o desaparición de las expresiones y los modos cómo nos expresamos; nadie más, ni la RAE.
¡Un abrazo! Ah, y, por favor, no vayan a enfadarse conmigo, amigas, amigos (¿y "amigues"?).
(28 de febrero del 2019)
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