viernes, 30 de agosto de 2013

JODIDO O JODIENDO: ¿LA "CABECEADA" DE DON CAMILO JOSÉ CELA?

Muy conocida es esta anécdota dizque protagonizada por Camilo José Cela: 

"Estaba el novelista, que se desempeñaba entonces como senador, dando cabezadas en plena sesión parlamentaria cuando el sacerdote Xirinacs le hizo esta pregunta:

-¿Está usted dormido?

A lo que el Nobel le respondió:

-Monseñor, no estoy dormido, estoy durmiendo.

El religioso le replicó:

-Es lo mismo, ¿no?

-No, monseñor, son cosas distintas -explicó don Camilo-: "No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo".

Efectivamente, no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo. Pero conviene tener en cuenta lo siguiente: Esa afirmación solo sirvió en la práctica para darle el toque de humor a una, digamos, media verdad. Me explico. 

Joder, cuando es usado como verbo transitivo significa, entre otras cosas, molestar, fastidiar: "El gobierno está jodiendo al pueblo con sus medidas económicas"; y cuando es usado como intransitivo, la cosa cambia: "Estoy jodido económicamente". En consecuencia, aquí la distinción entre participio y gerundio es clarísima. En cambio "dormir" -para el caso contado en la anécdota- es, como participio o como gerundio, un verbo intransitivo: decir estoy dormido o estoy durmiendo es lo mismo. Dormir es "estar en aquel reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario" (DRAE), y quien está "dormido" o "durmiendo", se encuentra, sin más ni más, "en aquel reposo". 

Probablemente (o, mejor dicho, improbablemente, porque no hay manera de demostrarlo) lo que don Camilo quiso decir es que no se encontraba en ese estado de "inacción o suspensión" de sus sentidos, es decir, que estaba despierto pero a punto de dormirse, tal vez por el aburrimiento que causan algunas peroratas parlamentarias, en otras palabras: que se encontraba amodorrado (soñoliento).

Dije que para el caso de la anécdota (y, claro, para la generalidad de los casos), el verbo "dormir" es intransitivo y por ello, usado como participio o como gerundio significa lo mismo. Pero también se da el carácter transitivo en otras circunstancias, y aquí la cosa cambia. Ejemplo: Cuando un mentalista, como Tony Kamo, está hipnotizando a un personaje en la televisión, es correcto decir que "lo está durmiendo". Y, como es fácil de entender, este verbo en gerundio es completamente diferente a "estar dormido".

La de don Camilo sería, por cierto, una de sus más geniales anécdotas, que las tiene varias, en verdad. Pero es solo una anécdota, nada más.

martes, 27 de agosto de 2013

ESTOS PLURALES


Por regla gramatical, el plural de los sustantivos en castellano se forma agregando al final de la palabra "s" o "es": mesa = mesas; pan = panes. Esta regla, sin embargo, no se cumple absolutamente con todos los sustantivos: ómnibus, por ejemplo, palabra a la cual -por obvias razones- no sería dable ponerle una "s" al final porque esta se duplicaría innecesaria y absurdamente ("ss"); pero tampoco procede que se le agregue "es" ya que se produciría una grave alteración fonética en el sustantivo, que daría lugar a que de ser, como es, una palabra esdrújula, se convierta en aguda: "omnibús(es)". Por ello, solo es necesario anteponerle un artículo o un adjetivo demostrativo expresado en plural (los, unos; estos, esos, aquellos). Los sustantivos a los que tampoco debe agregarse "s" o "es", son los apellidos en español (cosa que sí ocurre en lengua inglesa): "los Castillo" y no "los Castillos". Y si frente a nosotros tenemos un batallón de militares en que todos tienen el grado de Alférez ¿cómo debiéramos referirnos a ellos? En plural, naturalmente; y es lo que hace todo el mundo. Pero la pronunciación de este plural es medio incómoda y por ello es que muchos dicen "los alfereces" (/alferéces/) porque "suena bien". Sin embargo, ateniéndonos a la regla (y a lo explicado respecto de "ámnibus"), la manera legítima es esta: "Alféreces". Y además de incómodo suena feo, ¿no?

LUCIR

Leído en el diario Gestión: "Las reservas internacionales suman US$ 279,000 billones, con lo que el ratio de cobertura es 1.1 veces, cuando en el periodo 2007-08 era de 3 veces, haciendo que el país luzca más débil que muchos otros emergentes." (martes 27 de agosto 2013, p. 20, cuarta columna; artículo de The Economist" traducido por Antonio Yonz Martínez). Veamos, los significados que se le da al verbo "lucir" (DRAE): brillar, resplandecer; sobresalir, aventajar; iluminar, comunicar luz y claridad...Ninguno tiene connotación negativa, sino todo lo contrario. Lo que puso el traductor sería equivalente, más o menos, a esto: "...haciendo que el país muestre el resplandor de su debilidad". Obviamente, no es eso lo que quiso decirse en el artículo aparecido en el periódico norteamericano, es decir, no corresponde a la traducción correcta. Sin embargo, hay que tener en cuenta una cosa. No se trata solo de un problema de traducción; el uso del verbo "lucir" con el significado opuesto a aquellos que recoge el DRAE, no es aislado: muchos incurren en él. Si este uso, que adolece de incorrección, llegara a generalizarse y, digamos, imponerse, en el futuro terminaría legitimándose, como ha ocurrido con otras voces que originalmente tuvieron un significado opuesto. Por ejemplo: mariscal, que en la Edad Media era el "sirviente de los caballos" (Marh-scalc) y posteriormente se convirtió en un grado o título militar de más elevado nivel, de altísimo honor.

lunes, 26 de agosto de 2013

DESCHAVAR

Ensayando una audaz incursión en el terreno de la lingüística y empleando, digamos, un tono medio “saussureano”, el gran Enrique Verástegui –en una nota publicada en el único número de Eros, la revista del inolvidable Isaac Rupay- trató de dar una explicación al verbo “deschavar”: 

“Probablemente la palabra tenga su origen más remoto en chapa, o quizá –improbablemente- en tapa. El significado puede variar o ser el mismo, pero las formas del significante proliferan en cadenas asociativas por generación espontánea. El sintagma es un círculo infinito: una estación de la finitud. Destapar, dechapar, deschavar = enseñar”. 

Y antes de este desarrollo conceptual, nuestro poeta elaboró una caracterización aún más ambiciosa: 

“Deschavar o mejor: deschave es un juicio implacable en el habla peruana. Si queremos desenmascarar algo, lo deschavamos, vamos a deschavarlo. Lo soltamos. Si lo deschavamos hemos realizado un deber, hacemos uso de un derecho que nos concierne por ley tácita. Deschave es por tanto, una categoría real para el habla peruana." 

Interesante.

Su uso en el Perú tiene varias décadas; desconozco cuántas, pero, por ejemplo, Lauro Pino ya lo había incluido en su librito Jerga criolla y peruanismos, que es de 1968. Pero, a pesar de que, por el uso que le damos, podemos considerarlo como peruano, lo cierto es que este verbo no nació en nuestro país, sino en Argentina, y su edad -¡uf!- es difícil de determinar. En un libro aparecido en 1928, Carlos Raúl Muñoz y Pérez, al que le decían “El Malevo Muñoz”, publicó unos versos que eran cantados como tango y cuyo título era “Cacho del recuerdo”, y allí encontramos esto: “Suelo a veces curda, cuando estoy de farra / deschavar cantando, mi vida ruflera…”. Antiguo, pues. 

Lo que expresa nuestro poeta Verástegui, al tratar de asociar el verbo deschavar con deschapar y destapar, tiene sentido en realidad si consideramos los aspectos fonético y semántico propiamente dichos. Sin embargo, un estudioso como es Enrique Chiapara, autor de Glosario lunfardo, estima que el origen del verbo en cuestión, se encuentra en el italiano “schiavare”, cuyo significado en español es “abrir forzando”. Pero, como sabemos, el deschave forzado solo se da cuando se confiesa algo por presión externa (un interrogatorio policial, por ejemplo). Y la verdad es que el deschave (o el deschavarse) no siempre se da en esas condiciones; también se produce estimulado por la buena voluntad: una declaración de amor, por ejemplo. Es decir, también es sincerarse voluntariamente.

Sea como fuere, deschavar es un verbo legítimamente asimilado por el habla peruana. Pero, ojo, también es empleado en Cuba, solo que con esta salvedad: allí se le da el significado de “comportarse con desenfado y atrevimiento en determinada situación” (que, como se ve, tiene mucho que ver con aquello de ser sincero) y el DRAE lo recoge como “Deschabar” (usando “b” en lugar de “v”).

 

 

miércoles, 21 de agosto de 2013

¡CHINO MACACO!

En "El habla culta", el espacio que la doctora Martha Hildebrandt tiene en El Comercio (lunes, 19 de agosto, 2013), se dice que el término "macaco" con el que popularmente se designaba en el siglo XX a los chinos en el Perú, proviene del gentilicio de Macao. No es así: el gentilicio es macaense. El origen real de aquel apelativo está, más bien, en el nombre mismo del puerto ubicado en el sur de China. Se trata de una deformación del término evidentemente con propósito despectivo y sobre todo burlón, y tal vez queriendo asociarlo a cierto género de primates. La explicación la encontramos en Juan de Arona, el autor del Diccionario de peruanismos, pero no en esa publicación que es de 1882, sino en La inmigración en el Perú, que es de 1891. En la página 92 aparece lo siguiente: "Es curioso ver desfilar por las calles de Lima esas hileras de hombres extraños, de piel amarilla, de ropa suelta, y en quienes lo más saltante era la luenga trenza prendida de la nuca, las facciones, la lengua que hablaban, y el calzado de género realzado como el coturno antiguo, por una doble y triple suela de espeso fieltro. Los mataperros los seguían gritándoles: ¡chino Macao! apodo tomado de uno de los puertos de procedencia, y que ha prevalecido hasta hoy." "Macaco" sería, en consecuencia, una corrupción de "Macao". No proviene de un gentilicio, ni mucho menos es un gentilicio. Según Lauro Pino (Jerga criolla y peruanismos, 1968) este término despectivo, "macaco", también es usado en Ecuador, México y Panamá. No nos consta. 

martes, 20 de agosto de 2013

NO ES UN "JEANS"

Además de las famosas "combis asesinas" que ya, felizmente, están en camino a la desaparición (al menos es lo que esperamos), los vehículos que a principios de los años ochenta comenzaron a circular por las avenidas de Lima -reemplazando a los microbuses tradicionales (de la línea "Covida", por ejemplo) cuyas carrocerías eran generalmente fabricadas en los talleres de "Scania", "Morillas", etc.- fueron unos carros para transporte público, ni tan grandes como los ómnibus, ni tan chicos como las camionetas rurales. Eran, son, los carros a los que se les conoce como "minibuses" y que -muchos de ellos- son de la marca Toyota, empresa transnacional que, si no me equivoco, fue la que les dio el nombre que todos conocemos y que todos pronunciamos digamos "incorrectamente". A ese nombre que proviene de la lengua inglesa le hemos endilgado una "infiel" pronunciación e incluso escritura que -¡sorpresa!- también tiene origen anglosajón. Pero con la única salvedad: esta pronunciación (y escritura) corresponde, en "propiedad", a una palabra que designa a una marca de "Jeans". ¿Saben cuál es? Custer. Y la pronunciamos así: "cúster". Y el nombre correcto de los vehículos aludidos es, en realidad, "Coaster" y, ¿cómo suena o debe sonar?. Más o menos así: "cóuster". Y no "cúster".


La pregunta: ¿Es realmente incorrecto lo que prácticamente todo el mundo hace en nuestro medio, al pronunciar "cúster" y no "cóuster" para referirse al tipo de vehículos mencionado? No, no es incorrecto. Se trata de una legítima castellanización o, más precisamente, peruanización del vocablo de marras; y nadie nos lo puede prohibir.

La pronunciación "cúster" (y su escritura), para designar al tipo de carros aquí referido, puede convertirse, en cualquier momento,  en un aporte peruano, en un peruanismo, sin ningún problema. Así que adelante nomás, paisanos, que al fondo hay sitio.

"LA SOBERBIA ES UNA DISCAPACIDAD" (¿LO DIJO JOSÉ DE SAN MARTIN?

Si acudimos a Google, encontraremos esta frase atribuida a José de San Martín, el Libertador: "La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder". Una frase rotunda, incontestable, definitiva. Una verdad. 

No pongo (¡qué va!) en duda su autoría, pero si de algo estoy más seguro es de que el ilustre argentino no dijo o no escribió la frase tal como aparece en el Internet. ¿Saben o, mejor dicho, se imaginan por qué?

Respuesta: La frase de José de San Martín ha sido, digamos, "traducida" al castellano de nuestra época. El no dijo -no podía haber dicho- que la soberbia era una "discapacidad". El término es muy reciente. Tengo un diccionario de 1913 que no lo registra y tampoco aparece en mi "Pequeño Larousse Ilustrado de 1988. El DRAE lo consigna recién a partir de su edición del 2001.



lunes, 19 de agosto de 2013

¿SÍ? ¡NO!


Escuché a alguien en la televisión que dijo esto (lo transcribo casi textualmente): "Tengo que esforzarme más y dar todo de sí". Veamos. El "sí" que empleó este muchacho (un torero español que participa en uno de esos "realytis" celestinos) es un pronombre personal que el DRAE lo define como forma reflexiva de tercera persona, y que se usa "en los casos oblicuos de la declinación en ambos géneros y números, siempre con preposición". Por ejemplo: "Le echaron agua fría en el rostro y volvió en sí". Como se ve, el sujeto aludido en el ejemplo es una tercera persona y puede corresponder a cualquiera de los géneros (masculino o femenino) y, en este caso, la preposición empleada es "en". Si se empleara (obvio, en una oración referida a otra cosa) la preposición "con", no se diría "con sí", sino "consigo". Ejemplo: "Pedro se alejó, llevándose consigo el regalo que le entregué". Como dijimos, citando al DRAE, el pronombre del que nos ocupamos se emplea en la declinación en ambos números (singular y plural), como en este ejemplo: "Las chicas del seleccionado de Vóleibol dieron todo de sí". Repetimos en otras palabras: tercera persona del masculino o femenino y del singular o plural. Nunca en primera o segunda persona. Lo que el muchacho español dijo en la televisión (ojo: no es el único, porque muchos lo hacen) fue, pues una barbaridad (uso el término muy familiar para don Marco Aurelio  ). El uso correcto del pronombre en primera persona, para expresiones similares a la que dio pie a esta nota, es el que aparece en este ejemplo: "Me esforzaré y daré todo de mí". Y si lo que se quiere decir es algo como el ejemplo de Pedro, diremos esto: "Me alejé llevándome conmigo el regalito". Y, bueno, para la segunda persona el pronombre es "ti" y si se usa la preposición "con", será "contigo".

domingo, 11 de agosto de 2013

AMERITAR, MERITAR, MERITUAR.

 Ameritar: Hacer méritos, buenas obras, ser digno de premio. No sé en cuántos países se emplee este verbo, pero es aceptado como un americanismo. Hay, también, otro verbo: merituar. Es comúnmente usado en el terreno judicial, en nuestro país, sin embargo, aún no ha sido recogido por la Academia. Tiene mucho que ver con meritar, que también es "hacer méritos". Pero, en realidad, merituar no es precisamente hacer méritos, sino digamos "buscar méritos": evaluar, examinar, sopesar con el objeto de encontrar esos méritos, valorarlos; por ejemplo, en las pruebas, es decir, determinar si merecen ser tomadas en cuenta en un proceso para la decisión final del juzgador.

MENTAR A LA MADRE



Por si acaso, no se vayan a escandalizar (en Facebook he visto que ha ocurrido, y hasta se han burlado del periódico). 

 

 Lo que aquí, en el diario Trome, aparece está bien escrito. Se puede decir: "Juan mentó a la madre", pero muchos yerran cuando dicen, por ejemplo: "Juan menta a la madre". Recuérdese que el verbo "mentar" -como también "cimentar"- se conjuga como "acertar". En consecuencia, en el presente indicativo de estos verbos, conjugados en primera, segunda y tercera persona, siempre sonará una "i" que casi todo el mundo soslaya: “Yo miento, tú mientas, el mienta, ellos mientan..." 

 

Cuando lo conjugamos en los demás tiempos, desaparece la “i”: “Yo menté, yo mentaré, tú mentaste, ellos mentaron…”; también con el presente indicativo de la primera persona, pero en plural: “Nosotros mentamos…”

 

(Leamos el Diccionario. Allí encontramos la siguiente indicación: “Conjug. c. acertar.”. Es decir, se conjuga como el verbo acertar, y se define como: “Nombrar o mencionar a alguien o algo”).