martes, 28 de diciembre de 2021

¿HAYA O NO HAYA, HAIGA SERÁ? Mi alegato

 I


Fastidiado (tal vez disgustado) por el verbo "aperturar”, Fernando Lázaro Carreter, que fue Director de la Real Academia Española (RAE) de 1992 a 1998, alguna vez afirmó esto: “Aperturado el camino, nada impide que lecturar sustituya a leer, baraturar a abaratar y licenciaturarse a licenciarse”. Es evidente que su propósito fue simplemente ironizar respecto de aquello que le parecía impropio; sin embargo, lo que -obviamente sin querer- logró fue afirmar una verdad monda y lironda (es decir, no se equivocó). Efectivamente, no hay nada que impida que esas formas verbales –mencionadas por él, y que tal vez le parecían “monstruosas”- puedan en algún momento ser concebidas, lo cual no sería ilegítimo ni incorrecto. ¿Razones para oponerse? Ninguna. 

Lo del académico Lázaro Carreter fue, pues, solo una graciosa e inocua ironía. Lo hecho por otros, en torno a este verbo "indeseable", sí resultaba rudo, acre y hasta ponzoñoso. “Aperturar", para ellos fue siempre un disparate, un asqueroso barbarismo, algo ajeno al sentido común, aberración y monstruosidad, algo digno de ser condenado al fuego del infierno; tan intensa era la molestia que experimentaban que daba la impresión de que se sentían afectados como si se tratara de un asunto que les estuviera golpeando directamente, y parecía que lo asumían casi como un caso de necesaria protección al "honor familiar”. "¿El verbo 'aperturar'? ¡Maldita sea, hay que expatriarlo!", parecían exclamar, furiosos. 

(Uno de los poquísimos empeñados en defenderlo -si es que no el único- fui yo; convencido de que las palabras no se dividen en buenas y malas, y que los hablantes y escribientes no somos súbditos de ninguna corona real, que en estas cosas hay o debe haber libertad. Es decir, yo echaba mano a algo sumamemte elemental: el sentido común). 

Bueno, ha pasado el tiempo y ¿qué es lo que ha ocurrido finalmente? Contra viento y marea, e incluso contra sus propios escrúpulos, hace unos pocos días, la RAE (que también lo rechazaba) ha hecho -por justicia y digamos que por la voluntad general de los pueblos- lo que correspondía: incluir el, para muchos, antipático verbo en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), concretamente en la actualización 23.5 que fue presentada el pasado jueves 16 de este mes (diciembre, 2021). “Aperturar” ya dejó, pues, de ser un verbo espurio. 

Pero, pregunto, ¿ha sido el único verbo durante mucho tiempo despreciado en nuestra extensa comarca hispanoparlante? No. No solo él ha sufrido en carne propia la rudeza del rechazo, el escarnio y hasta la ofensa, no solo él se ha hecho merecedor del "libelo de repudio". Hubo otros también, que aún siguen soportando los embates de lo que pareciera ser una suerte de "odio de clase": la "alta burguesía intelectual" contra el desarrapado "proletariado" lingüístico). 


Víctima es, también, esto que voy a mencionar: una de las formas verbales que no solo no es de existencia reciente -pues viene siendo empleada desde varios siglos atrás- sino que además, es usada por muchísima gente en diferentes países. (Respecto del Perú no lo sé exactamente, pero estoy seguro de que no son pocos; y, según tengo entendido –por cierto, aún sin confirmar-, en México es empleada por el 35% de su población). Ello no obstante, esta forma verbal, según la RAE (lo ha dicho en el Diccionario Panhispánico de Dudas y a través de otros medios) es ajena a la norma culta, o -peor aún- en palabras de doña Marthita, nuestra ilustre lingüista: es "absolutamente inaceptable”. Situación absurda e injusta, realmente. (Más adelante expondré mis razones).

¿Cuál es ese ya prácticamente condenado elemento verbal que usa el "vulgo” y que los "arios" de la lengua quisieran hacer que desaparezca? Es este: el modo subjuntivo del verbo haber, es decir, el HAIGA, acerca de lo cual tenemos lo siguiente. En respuesta a una consulta, hecha a través del Twitter, la RAE dio esta respuesta, en julio del 2019: “Formas como ‘haiga, vistes’ o 'naiden' no son válidas y se consideran sin duda ajenas a la norma culta”; y si revisamos el Diccionario Panhispánico de Dudas encontraremos que “hoy son ajenas a la norma culta las formas de presente de subjuntivo haiga, haigas, etc., en lugar de haya, hayas, etc.”.

Es cierto, el subjuntivo “haiga” (porque, efectivamente, lo es) no forma parte de la llamada norma culta o lengua culta (o uso culto). Quienes lo emplean, con absoluta naturalidad y sin estar preocupados por lo que pudieran decir los doctores (y acaso ser prohibidos por ellos), son, sobre todo, gente humilde, generalmente de pueblos o barrios pobres, aquellos que tal vez por razones económicas no pudieron acceder a niveles de estudio elevados; son las personas a las que el mundo ilustrado suele llamar analfabetos y son mirados despectivamente, por sobre el hombro, y hasta son objeto de burla. No son pocos, pero a pesar de ello, la aludida forma verbal que emplean cotidianamente sigue siendo rechazada no solo por la gente “culta” sino, especialmente, por la institución cuyo papel no es calificar la calidad de los vocablos y “avalarlos” o prohibirlos sino, únicamente -cuando llega a documentarse que su uso es generalizado en determinada área geográfica del habla hispana- asimilarlos y eventualmente incorporarlos al Diccionario. Esta institución es la RAE. Es posible que alguien, tras revisar el repertorio lexicográfico oficial, diga que sí, que “haiga” sí está registrado allí. Empero, hay que precisar que esa entrada no corresponde al subjuntivo del verbo “haber” que es a lo que estoy refiriéndome en este trabajo. No lo es. Lo que aparece (y es dicho textualmente en el Diccionario) es un sustantivo referido a un “(a)utomóvil muy grande y ostentoso, normalmente de origen norteamericano”, pero –ojo- con estas particularidades: se trata de un sustantivo coloquial de poco uso en España (“coloq. Esp. P. us"), y que suele emplearse en sentido irónico ("U. m. en sent. irón."). “Sentido irónico”. ¿Por qué? Porque comenzó a ser empleado, y así continúa, para burlarse de las personas de “bajo nivel cultural” que alcanzaban un nivel económico bastante holgado que les permitía darse algunos lujos como, por ejemplo, adquirir un automóvil costoso y que cuando preguntaban por las características del vehículo que querían simplemente decían “el que haiga”: los nuevos ricos, pues, convertidos en objeto de chacota debido a su modo de hablar. Como se ve, fue una voluntad innoble y perversa la que generó el vocablo en referencia o la asignación de su nuevo significado. El uso de este sustantivo, como lo reconoce la RAE, y ya vimos, es minúsculo en la península ibérica y casi invisible; sin embargo, a diferencia del subjuntivo “haiga”, que sí es empleado por grandes sectores de hablantes en diversos países, el que terminó siendo “oficializado” por la Academia es aquel que ya casi se ha extinguido. Un desatino académico que es absurdo, injusto y reprobable, pues.


II


¿Merece ser validado, reconocido y, digamos, “rescatado” oficialmente el subjuntivo del verbo haber, en la forma “haiga”? Veremos. ¿Es, como creen muchos –especialmente los académicos de la RAE-, una forma realmente incorrecta? Veremos. ¿Existen argumentos que nos permitan revalorarlo y sustentar y amparar su defensa y vigencia? Veremos. En los siguientes párrafos me ocuparé de esto: es decir, daré respuesta a estas interrogantes. 


III


Veamos. ¿Cómo se forma el modo subjuntivo de los verbos? ¿Existe alguna regla precisa, estricta, obligatoria, inmovible? Que yo sepa no existe, no la conozco. Alguien podría decir, por ejemplo, que se da de este modo: Al verbo en infinitivo se le altera la desinencia, reemplazándola con “a”: de beber: beba; leer: lea; lamer: lama. Fácil, ¿no? ¿Y con el verbo “saber”, sería “saba”? Es “sepa”, porque se altera la raíz, como también ocurre con el verbo “morir” (“muera”), o “caber” (“quepa”). O sea, la cosa no solo es reemplazar la desinencia con “a” y, como veremos, tampoco solo alterando la raíz: valer: valga (y no “vala”); poner: ponga (no “pona”; crecer: crezca (no “creza”); hacer: haga (no haza); poner: ponga (no “pona”)… 

¿Y qué hacemos con los verbos “caer” y “traer”? ¿Diríamos “caya”, para el primero; y para el segundo, “traya”? No. El subjuntivo de “caer” es “caiga” y el de traer es “traiga”. ¿Se trata de una formación gramaticalmente irregular? ¿Suena horrible escuchar “caiga” y “traiga”, son sonidos de mal gusto, acaso una barbaridad, y por ello debieran ser calificados como barbarismos? No, claro que no. ¿Y por qué, en cambio, sí es considerado un barbarismo, y repudiado, el subjuntivo “haiga”, del verbo “haber? ¿Acaso ha sido generado con infracción de alguna regla o norma lingüística? El subjuntivo del verbo “roer” es “roa” y también es “roya”, lo que, naturalmente, es correcto y válido; pero, ¡agárrate Catalina!, también es “roiga”. Ah, pero del verbo “haber” solo debe ser, solo tiene que ser (como un mandato ineludible) “haya” y no el “horrible” “haiga”. ¡Qué absurdo, caracho! Qué torpe la disposición virtualmente dictada (obviamente, de dictadura) por los pudorosos académicos y los aristocráticos “protectores” de la cultura (seguidores, en estas cosas, del poeta Eliot, que hablaba de la cultura como privativa de minorías). 

No hay, pues, una sola manera (regla o norma) que deba seguirse o acatarse para la formación de los subjuntivos; os obvio, creo yo, que como casi en todo lo de las lenguas lo que se impone es la arbitrariedad, por eso la diferencia de formas: vea, beba, sepa, muera, valga, crezca, ponga, haya, traiga, caiga… ¿Y por qué no el vilipendiado “haiga”? Claro, porque suena “feo”, dirán, y porque, fonéticamente, no tiene punto de comparación con la melodiosa eufonía de “caiga” y “traiga”. Ocurría lo mismo con “aperturar”; “aculturar” ha sido, siempre, un verbo bienaventurado, como “estructurar” o “aventurar”, pero el sonido de “aperturar" podía, aparentemente, romperles el tímpano a muchos sensibles indignados.

"Haiga" -no debemos olvidar- es una forma que se usaba antes de que apareciese "haya". ¿Fue incorrecta, y ahora ha dejado de serlo? No. Solo son formas diferentes y ninguna es incorrecta, ninguna es mejor que la otra; lo que ocurre es que una de ellas es rechazada por los estratos culturalmente "nobles", en una palabra: es discriminada. Nada hay por lo que, lingüísticamente, deba ser puesta en entredicho.


 IV


Aunque referida a otra cosa, al principio hice esta pregunta: ¿Razones para oponerse? Bueno, respecto del subjuntivo “haiga”, mi respuesta es la misma: ninguna, no hay ninguna razón para oponerse. Se trata de una forma usada por muchísima gente especialmente humilde, aquí y en otras latitudes, y desde hace muchísimo tiempo. ¿Debe prohibirse su uso? No. Al contrario, merece ser alentado. Tienen todo el derecho a usarlo los hablantes, y bien si lo siguen empleando. La Academia debería, por su parte, considerarlo –es su obligación hacerlo- no como un error, ni menos como un barbarismo, sino como una variedad válida y legítima en el idioma castellano. Punto. Es uso popular. Repito, lo usa especialmente la gente humilde, y no hace mal; y no porque el uso se dé en gente humilde la expresión se convierte en vil. Y, bueno, como sabemos, el uso manda, pues, y debe ser respetado. Parafraseando a Lázaro Carreter diré, finalmente, que el camino está aperturado y no hay nada que impida la revaloración del subjuntivo HAIGA.


                                        © Bernardo Rafael Álvarez


 



lunes, 1 de noviembre de 2021

MOTOSO

 

Dice el Diccionario de la Lengua Española (DLE) que en Chile y Perú, "mote" es "error en lo que se habla o escribe" y que, particularmente en nuestro país, "motoso" o "motosa" se le dice a la persona que habla con "motes" (o sea, hay que entender que lo que quiere decir la RAE es que la persona "motosa" habla con "errores"). ¿Eso es cierto? ¿A la persona que habla o escribe con errores le decimos "motoso", realmente? ¿Para nosotros los peruanos, "mote" es sinónimo de error al hablar o escribir? No.

 

En realidad, el peruanismo "mote" es usado como una medio perversa alusión al "maíz pelado" (que se emplea para la preparación de la sopa o caldo de mote, o la patasca, potajes provenientes de los pueblos de nuestra serranía), y se lo asocia con el modo de hablar el castellano por parte de nosotros los serranos; específicamente por el dejo, o acento andino, y más aún si este acento proviene del quechua u otra lengua indígena. Podría haber, claro, una referencia a "error en lo que se habla", sin embargo, no en sentido genérico como lo da a entender, equivocadamente el DLE, pues -con más exactitud- se trata de un "no hablar bien" el castellano no por cualquier persona, sino por quien tiene origen andino, en cuyo modo de expresarse lo que prevalece, o es muy notorio, es -repito- el dejo o acento que, digamos, lo identifica como serrano: el "mote". Y, en concreto, se le llama motosa a la persona que, incluso, a pesar de hablar correctamente el castellano, es notorio en su pronunciación el dejo o acento andino. Suele decirse: serrano, "el que come mote". Y, bueno, ya casi no se usa, pero otra palabra con que se nombraba a los andinos era "queso", obviamente como una "identificación" con estos productos lácteos muy comunes en nuestros pueblos andinos. Hay, pues -repito- un propósito o una connotación de carácter medio perverso, de sarcasmo. 


Pero, insisto, "mote", en el Perú, no es sinónimo de error en lo que se habla (mucho menos en lo que se escribe), y "motoso" no es precisamente quien habla con errores: los errores no son "motes".

viernes, 15 de octubre de 2021

"CERCA DE" / "CERCA A"

¿Cuál de estas dos formas vale: “cerca de”, o cerca a”? La más usada es la primera, en que, como se ve, inmediatamente después del adverbio “cerca” va la preposición de. Se trata de una locución preposicional cuyo significado (que se encuentra definido con precisión en el Diccionario de la Lengua Española, DLE) es “En un punto próximo a”. Por ejemplo, decir «La ciudad de Casma está cerca de Chimbote», es lo mismo que decir «La ciudad de Casma está próxima a Chimbote». Lo contrario (semánticamente, digo; o sea, en cuanto a su significado), se da con el adverbio “lejos”: “lejos de” sería lo mismo que “apartado de” o “distante de”. ¿Se podría decir “lejos a”? No, no, y no, porque sería descabellado; y lo mismo ocurriría con “distante a” o “apartado a”, que también son formas incorrectas. ¿Y “cerca a”? Bueno, ya vimos cuál es la definición de “cerca de”, definición dada por el uso y que la Academia recoge en el Diccionario: es “próximo a”; una definición que, como se observa, se comporta también como sinónimo: sinónimo de la locución adverbial y también del adverbio propiamente dicho, es decir: cerca, igual a próximo. Bien. Si decimos -porque es correcto- “próximo a”, ¿por qué no podríamos decir “cerca a”, si en realidad son la misma cosa? ¿Qué nos impide? Nada. ¿Hay alguna norma lingüística, o de otra índole, que justifique el uso exclusivo de la expresión “cerca de”,  y rechace –por presuntamente “incorrecta”- la otra forma (“cerca a”)? No. Lo único que ocurre simplemente es que, según parece, la mayor parte de la población hispanohablante usa la forma antes vista, “cerca de”, y probablemente no son muchos los que dicen “cerca a”, o quizás la Academia no cuenta con la suficiente documentación que acredite cuál es el universo real de los hablantes que emplean esta forma  (pero efectivamente hay quienes la usan y no son pocos, y no sé en cuántos países, además del nuestro en que tal uso es pan de cada día). El Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), casi siempre acertado, dice una gran verdad respecto del adverbio “cerca”: “Normalmente se construye seguido de un complemento con de que expresa el término de referencia”. Dice “normalmente”, o sea, “usualmente”, “con frecuencia”. No señala que esa sea la forma correcta (o, mejor dicho, la única forma aceptable), solo se refiere al uso que le dan los hablantes, a la preferencia por ese uso. La cuestión viene enseguida, cuando agrega, textualmente, que “(no) debe usarse, en estos casos, la preposición a: «Custodiaban un coche cargado de explosivos cerca a una de las pistas» (Abc [Esp.] 23.8.89)”. Afirma que no debe usarse la forma “cerca a”, “(e)n estos casos”, y después de los dos puntos cita como ejemplo una frase aparecida en un diario español (obviamente como uno de esos “casos” de uso irregular). ¿Qué podemos inferir de esto? Simple y llanamente, que hay otros casos en que  se puede usar la forma "cerca a". Creo que es imposible saber a cuáles casos hace alusión el DPD en esta última parte; pero lo cierto es que no es incorrecto decir cosas como esta: “Estoy viajando a Huaral y ya estoy cerca a la garita de control”. No es la gran mayoría de hispanohablantes la que se expresa de este modo, pero estoy seguro que, al menos en el Perú, son muchos. Usted –legítimamente incrédulo- prefiere confiar en la palabra de las instituciones especializadas, ¿verdad? Bien, ya cité al DPD; ahora acudo al Fundéu (que es la Fundación del Español Urgente, que se dedica, sobre todo, a brindar recomendaciones y atender consultas respecto del uso del idioma español), para ver qué es lo que nos dice. Cito: "El adverbio de lugar cerca (‘en lugar o tiempo próximos’) suele construirse seguido de la preposición de”: con otras palabras, dice lo mismo que el Panhispánico de Dudas (o sea, que es frecuente, normal, el uso de la locución “cerca de”); y agrega: “En los medios de comunicación, sin embargo, es habitual encontrar este adverbio seguido de la preposición a, cerca a”; y, tratando de encontrarle una explicación, asume que puede deberse a un “posible cruce de cerca de cercano a”. Bueno, tanto el Fundéu como el Diccionario Panhispánico de Dudas, saben, pues, y están convencidos, que es el uso la autoridad que legitima estas cosas que tienen que ver con la lengua. CONCLUSIÓN: ¿Cometemos pecado si decimos o seguimos diciendo, como hasta ahora, “cerca a”? Pienso que no, y lo digo con plena convicción. “Cerca de” o “cerca a” son, sí o sí, formas correctas, locuciones preposicionales bien dichas, bien escritas.

 

© Bernardo Rafael Álvarez


viernes, 26 de marzo de 2021

LA RAE Y LA CRIPTOMONEDA

Bueno los académicos de la docta corporación matritense se mantienen fieles a su capricho. Comenzaron con la creación de estos monosílabos ortográficos: “guion” y “rio”, a pesar de que la pronunciación de estas palabras es bisílaba: “gui-ón” y “ri-ó”, lo cual, como sabemos (y nadie va a poder desmentirnos) es diferente, por ejemplo, a “kion” que sí es, definitivamente, un monosílabo, porque lo pronunciamos en un solo golpe de voz.

 

Ahora aparecen con otra ocurrencia que, felizmente, ayuda a mantenernos con buen ánimo porque al menos nos genera una sonrisa.

 

Nos dicen que “bitcoin” (es decir la “criptomoneda”, o moneda virtual), vocablo inglés que todo el mundo de habla hispana pronuncia en tres golpes de voz; “bit-co-in” y no como suelen hacer los “gringos”, “bit-coin”, debe adaptarse a nuestro idioma como una palabra aguda y con la tilde en la penúltima vocal.

 

A mí me parece, no solo chistoso, sino –sobre todo- absurdo. En primer lugar: una palabra de otro idioma se adopta y se adapta en el idioma de destino no necesariamente con las características fonéticas y ortográficas originales (en este caso, no estamos obligados –y en la realidad no lo hacemos- a pronunciar en dos golpes de voz: “bit-coin”); segundo, la adaptación o adopción se hace conforme al uso real que se da en el hablante, y es siguiendo ese hecho real cómo debe determinarse el aspecto ortográfico, el cómo debe escribirse. El más claro ejemplo lo tenemos, creo, en “video”; en muchos países lo pronunciamos “vi-de-o”, y en otros dicen (como en inglés) “ví-dio”. En esto, la RAE ha acertado: entiende, como corresponde, que ambas formas son válidas, y en el Diccionario registra estas dos formas: “video” y “vídeo”.

 

“Bitcoin”, estoy casi seguro que en la mayoría de países de habla hispana, no es una palabra aguda, sino grave o llana, porque la pronunciamos -repito- como una palabra de tres sílabas y con el mayor golpe de voz en la penúltima (“co”) que, como sabemos, no tiene que llevar tilde. Si fuera aguda, su pronunciación sería “bit-co-ín” (tilde en la última vocal), lo que jamás va a ser, pues así nadie la pronuncia.

 

Si la RAE incorpora esta palabra en el Diccionario (como tiene que ser, tarde o temprano) deberá hacerlo –es mi opinión- sin ponerle tilde en ninguna de sus vocales, sea que la considere o no como aguda, o –tal como es en verdad- grave o llana. Entiéndase que la división de las palabras en sílabas, gramaticalmete, no se hace como en poesía; si el vocablo "bitcoin" estuviera en un verso, sí sería considerado como un bisílabo: "bit-coin", pero solo en poesía.

 

Si los académicos se mantienen con su capricho, yo seguiré en mis trece. 😆

 

Si estoy equivocado, díganmelo, amigos. ¡Un abrazo!

 

© Bernardo Rafael Álvarez

 


miércoles, 24 de marzo de 2021

¿CÓMO REPRESENTAR, CON LETRAS, LA RISA?

 

 


En "El buen uso del español", la RAE dice: "Cuando se pretende imitar o evocar un sonido mediante la repetición de una o más sílabas, se recomienda escribir cada elemento aislado y separado por comas del resto". Exacto. Y bien que diga que se trata de una recomendación. Pero aquí viene el “pero”. Después de lo dicho, colocan a manera de ejemplo, esto: "ja, ja, ja, ja, ja -su amigo no paraba de reír". Creo -es mi opinión- que este ejemplo está fuera de lugar (después explicaré lo que digo). Enseguida, en el libro aparece lo siguiente, también a manera de ejemplo: "Que si tenía mucho que hacer, que si bla, bla, bla". Nada que reparar en esto último. Explico. 

 
Es indudable que la recomendación expuesta en el libro se ampara en lo expresado en la Ortografía de la Lengua Española (de la RAE) que dice: "Cuando estas expresiones iterativas mantienen su valor estrictamente onomatopéyico y se usan tan solo para reproducir o imitar sonidos lo normal es separar mediante comas los elementos repetidos". Pregunto: ¿El "ja" a qué sonido representa -onomatopéyicamente, digo-? ¿Acaso al sonido de la risa? Yo digo que no. Creo (desmiéntanme o corríjanme, por favor, especialmente los que han asistido a circos, o han visto las imitaciones de Carlos Álvarez o escuchado los chistes de Chalo Reyes: "Y resulta que...", ¿se acuerdan?), creo -repito- que nadie se ríe con un "ja". Lo del "bla" es otra cosa: A pesar de lo que diga el Diccionario de la Lengua Española (DLE), yo estoy convencido de que "bla" no es una onomatopeya que, dizque, se usa repetida "para imitar el ruido del habla". No lo es. Si alguien, hablando, dice esto, por ejemplo: "Quiero agradecer a todos mis amigos del Facebook por haberse acordado de mi cumpleaños y se han tomado la molestia y han ocupado un minuto de su valioso tiempo para saludarme, demostrando así que soy muy querido por ellos", ¿cómo imitaríamos todos los sonidos generados por esas palabras? La única forma de imitarlos es repitiendo lo dicho, palabra por palabra (o quizás parafraseándolo) nada más; porque sería equivocado, absurdo y hasta disparatado, imitarlo así: "bla, bla, bla, bla". Decir que esa persona (como virtualmente sugiere la RAE) ha dicho: "Bla, bla, bla, bla, bla..." no significa que estemos imitándolo, sino burlándonos de él o, en el mejor de los casos, parodiándolo (y, como sabemos, parodiar no es lo mismo que imitar, sino de caricaturizar). El "bla", repito, no es una onomatopeya (como equivocadamente dice la RAE no sólo en el libro citado al principio, sino también en el Diccionario); solo es la representación traviesa del verbo "hablar" o, a manera de aféresis, la representación de la palabra "habla" (ha-bla). En cambio, si alguien tose, el sonido que produce sí puede ser imitado y expresado onomatopéyicamente: "¡Cof!", o "¡cof, cof!" (porque se puede toser una sola vez, o más de una vez); si toco la puerta tres veces, la expresión onomatopéyica del ruido causado será: "toc, toc, toc"; también a lo que hace un pollito: "pío, pío, pío". Bien. Se entendió lo que es y lo que no es onomatopeya, ¿verdad? 

 
Y ahora, ¿cómo suele reírse usted? La risa (sustantivo) no es, como equivocada o insuficientemente dice el DLE, el "Movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría", porque, si fuera así, bailar sería sinónimo de risa, pues quien baila mueve partes de su cuerpo y también su boca en demostración de alegría, e igualmente diríamos que está riendo la persona que salta contenta porque recibió un premio; pero esto, señores de la RAE, no es risa. 

 
En lo que sí aciertan -aunque medio "chuecamente"[1]- es en la definición del verbo "reír": "Manifestar regocijo mediante determinados movimientos del rostro, acompañados frecuentemente por sacudidas del cuerpo y emisión de peculiares sonidos inarticulados". Eso sí. Y esos "sonidos (ojo: lo están diciendo -como debe ser- en plural) no son un "ja", sino varios "jas" seguidos descontroladamente (y no con reglas gramaticales). Nadie -repito- se ríe con un "ja". Ergo: "Ja" no es onomatopeya de la risa. Es sí, una interjección (y así es reconocida por el DLE) con la cual en algunas ocasiones podemos expresar una burla o un disgusto frente a algo que se nos dice: "-Oye, me han llamado para nombrarme ministro de cultura. // -¡Ja! te creo, como creo que 5 por ocho es 15"; en esta última frase nadie se ríe, solo el interlocutor, incrédulo, se burla expresando esa interjección (que, realmente, es una palabra). ¡Entonces, cómo debería representarse en forma escrita la risa? Ya vimos que, según la rae, debería ser así: "Ja, ja, ja, ja"; es decir: cada "ja" considerado, allí, como si fuera un elemento lingüístico del discurso. Pero bien sabemos que la risa no es propiamente una palabra; no es un elemento del discurso (como sí puede ser, y de hecho lo es, el "bla", como bien aparece en el ejemplo mencionado al principio: "Que si tenía mucho que hacer, que si bla, bla, bla". Ya lo dije: “ja” es una interjección (o sea, una palabra); pero los “jas” de la risa no son interjecciones sino, como bien señala el DLE al definir al verbo “reír” (ya lo cité) son la “emisión de peculiares sonidos inarticulados".

 
A mí me parece absolutamente equivocado lo que sugiere la RAE y absurdo, ponerle comas a los "jas" para dizque imitar la risa. ¿Comas para qué? 1: ¿Para señalar pausas? La risa no supone una sucesión de pausas: ni que nos riéramos cansinamente como Herman Monster (con propósito humorístico). 2: ¿Para lograr una lectura o interpretación correcta, delimitando incisos, por ejemplo? No, no hay incisos en una risa; la risa no es un enunciado, no es expresión de ideas sino un desborde involuntario y diría que inconsciente de una emoción. 

 
Lo más cercano a la correcta representación gráfica, escrita, de la risa es, creo, lo que hacemos prácticamente todos en las redes sociales: "jajajajaja"; sin embargo, yo estoy convencido de que, habida cuenta de que la risa no es, por donde se la vea (o escuche), un sonido monosilábico, la mejor forma de graficarla literalmente podría ser esta: "¡Jajajajá!"; de lo que -como se ve- resultaría, estrictamente hablando, una palabra aguda de cuatro sílabas; porque así es como realmente suena una risa, pues: la última sílaba pronunciada lleva el mayor golpe de voz (y muchas veces se alarga: "jajajajááá"). Dicho de otro modo: es la exacta representación onomatopéyica de la risa. 

 
(Si alguien está en desacuerdo, si piensa lo contrario, díganmelo nomás, amigos, y que me lo digan también los académicos de la lengua. No creo que me convenzan -al menos no por ahora-, pero servirá lo que me digan para seguir desarrollando este apasionante tema. No creo que la última palabra esté dicha, y tampoco creo que el que ríe último sea el que mejor ríe; eso solo -perdonen el chiste de mal gusto- debe saberlo Garrik, el del poema de Juan de Dios Peza. ¡Un fuerte abrazo, amigos! Y cuídense mucho, por favor).

 

© Bernardo Rafael Álvarez

                23/3/2021

___________________
[1] Dije que la definición del DLE es "chueca", porque no se trata de que los "peculiares sonidos, inarticulados" acompañen a los movimientos del rostro y a las "sacudidas del cuerpo". Es todo lo contrario: esos movimientos y sacudidas son los que acompañan a los "peculiares sonidos inarticulados", porque estos sonidos son, en realidad, la risa, y no esos movimientos.

 



sábado, 20 de febrero de 2021

¿EL, MASCULINO INCLUSIVO?

 No. Como sabemos, los artículos determinados son: el, la, los, las. El primero y el tercero (el, los) sirven para designar sustantivos masculinos, y los otros son para los femeninos. Sin embargo, es dable y correcto -en algunos casos- emplear el artículo masculino para designar sustantivos que son femeninos: cuando estos sustantivos, dichos o escritos en singular, comienzan con /a/ tónica (el agua, el alma, el águila, el acta, el arte…). Lo que no puede ocurrir es que este artículo –repito, en singular- se refiera a sustantivos en plural, como “el perros”, “el gatos”, y, claro, tampoco, es correcto decir “el perro y gato”, salvo que se trate de un “mostrito”: un ser que al mismo tiempo sea perro y gato, lo cual creo es imposible, pero en ese caso tendría que eliminarse la conjunción, como en este otro ejemplo que sí es válido: “la casa taller del maestro Delfin”. Si con el auxilio de un artículo en singular quiero referirme a dos sustantivos, debo anteponer a cada uno de estos un artículo: “el perro y el gato” y con más razón si los sustantivos son de distinto género: “el gato y la gata”. Como dije al principio, en respuesta al título interrogativo de este post: No, “el” no es un artículo inclusivo; solo -con excepción de aquello referido a la /a/ tónica- se usa para sustantivos masculinos. ¿Entonces, definitivamente, es imposible designar, al mismo tiempo, sustantivos femeninos y masculinos con un artículo masculino? No, no es imposible. Sí puede hacerse, y así se hace, pero –ojo- solo cuando usamos el artículo y los sustantivos en plural: “los niños y niñas en el colegio”, “los caballos y vacas del establo” (y también “los niños y las niñas”, los caballos y las vacas”); ah, pero –por siaca- no vayan a decir como el inefable Nicolás Maduro: “los libros y las libras” o “los millones y millonas” 😄. ¡Un abrazo, amigos y amigas! ¡Sigan cuidándose, caracho!

lunes, 15 de febrero de 2021

¡OYE, ESCUCHA!


Me preguntan si la expresión que aparece como título de este post es o no incorrecta, o si en ella hay redundancia.
Bueno, ya sabemos cuáles son los significados de los verbos "oír" y "escuchar": ambos están referidos a la función de uno de nuestros cinco sentidos, el oído. Considerando esto, "¡Oye, escucha!" sería obviamente una expresión reiterativa, una redundancia. Pero no.
Hay, aquí, un asunto semántico y también de otra índole . El "Oye", en la frase en cuestión, ha perdido el significado que conocemos y ya nada tiene que ver con la percepción de los sonidos. Pero no solo eso; algo más ha ocurrido: ya no es un verbo; ahora es una interjección, cuya finalidad es establecer contacto o llamar la atención de alguien, y equivale a un vocablo, de uso común, proveniente del inglés que todavía no ha sido incorporado al Diccionario de la Lengua Española. ¿Cuál es ese vocablo? Este: "Hey".
"¡Oye, escucha!" es, entonces, como "¡Hey, escucha!".
Ergo, no hay redundancia, ni menos incorrección. Así que, ¡adelante!
¡Un abrazo!

OÍR Y ESCUCHAR

 OÍR Y ESCUCHAR

Respecto de “escuchar”, dice el DLE: “Prestar atención a lo que se oye”. Claro, porque este verbo procede del latin ascultāre, es decir, “auscultar” y, como sabemos, auscultar es “aplicar el oído” (…) a fin de explorar los sonidos…”. Es decir, como explica el Diccionario Panhispánico de Dudas, “la acción de escuchar es voluntaria e implica intencionalidad por parte del sujeto, a diferencia de oír, que significa, sin más, ‘percibir por el oído [un sonido] o lo que [alguien] dice…”.
Bien, esa es, en rigor, la diferencia entre oír y escuchar. Pero hay que entender que se trata de la diferencia, digamos, de origen (etimología) que es la que el Diccionario aún registra. Sin embargo, el uso actual (que, en verdad, no es tan "actual" que digamos, pues viene desde hace varios siglos) otorga similar significado a los dos verbos: "Le hablo, pero no me quiere oír"; "Pasé por el parque y escuché un ruido insoportable". Esto es así, aunque no les guste a los académicos de la ilustre corporación matritense.
El significado o los significados no solo tienen que ver con la etimología; la etimología es, muchas veces, solo una suerte de referencia "histórica", y no condiciona obligatoriamente a los significados. Las palabras no están condenadas a conservar "de por vida" tal o cual significado; pueden darse casos en que, incluso, una sola palabra tiene significados opuestos: “evento”, por ejemplo, que es un hecho imprevisto, pero también es uno programado. La autoridad en asuntos de lengua no la tienen las academias, sino el uso.
Si alguien le dice a usted: “Habla fuerte porque no te escucho”, no cometerá ningún error; tampoco habrá error si es que usted dice: “Esta noche voy a oír música clásica”. Así hablamos, y nadie nos lo va a prohibir.
El Panhispánico de Dudas señala que no es justificable “el empleo de escuchar en lugar de oír, para referirse simplemente a la acción de percibir un sonido a través del oído, sin que exista intencionalidad previa por parte del sujeto”; sin embargo, agrega que este uso “también existe desde época clásica y sigue vigente hoy, en autores de prestigio, especialmente americanos, por lo que no cabe su censura”. Está en lo cierto, pero hay que agregar que esto no se da solo en “autores de prestigio”; es uso ya generalizado por los hablantes. Y el uso manda, pues.
¿No está en el Diccionario? Eso es lo de menos. Ya estará en algún momento. (“Ya va a venir el día, ponte el saco”, escribió César Vallejo. 😀)
¡Un fuerte abrazo! Cuídense mucho, por favor!

"PARA EMPEZAR HABLAR DE ESTAS COSAS..."

 "Para empezar hablar de estas cosas..."

¿Todo bien en la frase entrecomillada, o le falta algo? Sí, sí le falta algo: una preposición. Veamos: Existe una preposición que, según podemos leerlo en el Diccionario de la Lengua Española, "(i)ntroduce un complemento regido por determinados verbos, adjetivos y nombres". Se usa como en las siguientes frases que inserta el DLE: "Empezar a correr. Disponerse a escapar. Parecerse a alguien. Suave al tacto. Propenso a las enfermedades. Sabor a miel. Temor a las alturas." Es la preposición "a". La frase debió ser escrita así: "Para empezar a hablar de estas cosas..."
Algunas personas (incluso escritores) no ponen la preposición porque, según parece, quieren evitar la cacofonía ("a hablar"). Error. La cacofonía no es un asunto de escritura, sino de pronunciación; si queremos evitarla, evitémosla al hablar, pero sin incurrir en en errores gramaticales. Si eliminamos la preposición en la frase en cuestión, entonces también sería válido hacerlo en otras frases similares. Tendríamos, como resultado, esto: "Empezar correr"; "Comenzar comer". Serían idiotismos de cabo a rabo. 😃 ¿"Empezar hablar? No. "Empezar a hablar", sí.

¿POETA O POETISA?

Muchísimos, desde hace muchísimo tiempo, han dicho, y muchísimos siguen diciendo, poetisa, para referirse a las mujeres que escriben poesía. Muchísimos, también, las llaman poetas. Ninguno de los dos vocablos es nuevo. ¿Solo una de las dos expresiones es la acertada? Ambas lo son. ¿Debería ser usada solo la primera de las nombradas? Sí, sería legítimo si así ocurriera. Lope de Vega (en el poema "A la noche") ya hace más de cuatrocientos años usó el vocablo poeta en sentido femenino ("solícita, poeta, enferma, fría"); Rosalía de Castro, en su novela "La hija del mar" (1850), también: "Madame de Staël, tan gran política como filósofa y poeta". No es nada nuevo, pues, y tampoco es, como pérfidamente había dicho Dámaso Alonso, que "parece que no les gusta que se las llame poetisas", y proponía que se "rehabilite" la palabra poetisa por ser "compacta y cómoda". Incluso más allá de los días del autor de Fuente Ovejuna ya alguien había hecho la justa precisión; ¿Adivinan quién? Nada menos que don Antonio Martínez de Cala y Xarana (¿lo identifican?, búsquenlo en Google)*; fue él quien afirmó que poeta es la única forma española para "varón" y "hembra", y lo dijo en 1492. El Diccionario de la Lengua Española (vigésima segunda edición, 2001), decía, a diferencia de las ediciones anteriores, con meridiana claridad, que poeta es la persona que hace poemas, y no ponía, como marca de uso, la "m" de masculino, sino la abreviatura "com.", es decir: masculino y femenino; y, claro, como es lo correcto, en otra entrada presentaba el nombre "poetisa" -que también se emplea- con el consabido significado (del lat. poetissa: mujer que compone obras poéticas). Más bien en la edición actual la RAE ha incurrido en un lamentable error de construcción; dice: "poeta, tisa. m. y f. Persona que compone obras poéticas" (o sea, según los académicos actuales, poeta es masculino y femenino -lo cual es correcto-, pero, para ellos, ¡también poetisa es masculino y femenino!).

 

CONCLUSION: Se puede decir poeta o poetisa, para referirse a la mujer hacedora de poemas, pero no porque así aparezca en el DLE, sino porque esos son los usos aún vigentes. Si tarde o temprano se impusiera el empleo de la expresión "poeta" (tanto para hombre como para mujer), esta sería la única expresión valida; y justa, además.


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*Antonio Martínez de Cala y Xarana, más conocido como Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática castellana (publicada en 1492).