miércoles, 28 de marzo de 2012

HASTA LA REMACETA

"No se haga de rogar, patita, y sírvase otro trago / que aquí entre copa y copa, le quiero hacer saber / por qué es que estoy tan triste, tan solo y amargado, / que hasta la remaceta hoy me quiero poner..." Lo transcrito es parte de uno de los primeros valses criollos que asimilan la replana como medio de expresión. La replana, ese lenguaje (originalmente de delincuentes) que -como afirmó hace algún tiempo la doctora Martha Hildebrandt- "ha perdido el encanto y originalidad que tenía antaño". 

El vals citado fue escrito por don Mario Cavagnaro, talentoso compositor arequipeño. Habla de un drama pasional, del sufrimiento de un hombre que es desplazado del corazón de su amada porque aparece en escena un "blanquiñoso" (¿no suena tan actual esto, ahora que se habla mucho de "racismo"?). Empujado por "las heridas del alma", este hombre -el del vals- se entrega a la bebida como una suerte de "bálsamo" y quiere beber y beber, tan desmesuradamente, hasta, prácticamente, "perder la razón". Eso es lo que quiere decir aquella frase final del fragmento transcrito: "hasta la remaceta me quiero poner". 

No existe (o, al menos, nosotros no la hemos encontrado) una fuente documental que ayude a explicar el significado de esta curiosa palabra, "remaceta". Pero de lo que estamos seguros es de que se trata de un auténtico peruanismo que, ello no obstante, no llegó a ser registrado en el valioso libro, "Peruanismos", de nuestra lingüista más conocida. Tampoco se encuentra allí la voz popular "maceta" que, como sabemos, es empleada para decir "forzudo", "fornido", "sólido"; pero sí se la encuentra -como es lo justo- convertida en forma de "verbo adjetivado", con esta definición. "En nuestra lengua familiar maceteado equivale a fornido, 'de cuerpo sólido y maciso'" (Martha Hildebrandt. Peruanismos. Jaime Campodónico/editor, 1994); y, así, podemos decir: "este pata está bien maceteado". Pero, como es fácil advertir, no tiene ninguna relación (salvo fonética) con "remaceta". 

El único documento en que hemos encontrado esta voz es el breve y pobremente sustentado librito publicado por Lauro Pino en 1968, "Jerga criolla y peruanismos". Allí aparece esto: "Remaceta. Término que se usa en la frase Estar hasta la remaceta. Estar hasta el cien." Y, como señala el autor en otra parte, "estar hasta el cien", bien puede entenderse como "hallarse muy enfermo o en mala situación económica". Sin embargo, "estar hasta la remaceta" no es solo eso; es -como lo dijimos al principio- perder la razón, literalmente o de modo figurado, o excederse extremadamente en algo: te amo o te odio hasta la remaceta, o, repitiendo lo que dijimos ayer respecto de don Marco Aurelio Denegri: "purista hasta la remaceta". Y es por el amor que siente el personaje ficticio (pero dramáticamente real en la vida diaria) de que nos habla el vals, por "la gila más buena moza del callejón", que le pide a su amigo que le acompañe en ese desmedido brindis, porque "hasta la remaceta hoy me quiero poner".

DENEGRI: EN TÉRMINOS DE...

Al definir "Conductismo", en su segunda acepción, el DRAE dice: "Psicol. Estudio de la conducta en términos de estímulos y respuestas." En mi opinión y -estoy seguro- en opinión de psicólogos también, en esto no hay nada que discutir; todo está claro. Qué es lo que quiere decir, en otras palabras, el Diccionario: que el conductismo estudia la conducta en todo cuanto se refiere o relaciona a los estímulos y respuestas. El motivo de esta nota no está, pues, atado a una preocupación de carácter psicológico, sino en relación con algo que acabo de leer en El Comercio (Lunes 26 de marzo, pág. 20), escrito por don Marco Aurelio Denegri. El ahora columnista del diario decano, expresa enfáticamente lo siguiente: "Es lamentable que la Academia haya claudicado una vez más ante la expresión del vulgo hablante y diga ahora 'en términos de', según puede verse en el DRAE 2001". Así de firme y rotundo es don Marco Aurelio, como siempre. Sustenta, además de basarse en su propio e insobornable criterio, en lo escrito por el lingüista Wilson Follett (autor de Modern American Usage), quien refiere que la expresión inglesa "in terms of' (que sería el origen de la expresión nuestra) no es correcta, que "está mal". Don Marco Aurelio -purista hasta la "remaceta"- recomienda oficiosa y diligentemente que, en lugar del mencionado "barbarismo" se diga "en relación con, o con relación a". Bueno, como reza el dicho popular, consejo, hasta de un conejo. Pero lo que no me parece inadmisible es que se quiera prohibir un uso que está, digamos, masivamente generalizado (perdonen esto que parece o es una redundancia). Y, bueno, creo también que don Marco Aurelio no ha leído, o si lo ha hecho se ha olvidado, lo que el mismo DRAE dice justa, oportuna e inteligentemente en su Preámbulo, empleando palabras del poeta latino Horacio: "el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua". El uso, bueno o malo, correcto o incorrecto, manda, pues. La Academia es autoridad, sí, pero no autoridad imperativa ni mucho menos impositiva. Puede, si quisiera, proponer, pero, como escribe el académico Manuel Seco, el lenguaje por ser un hecho humano está "sometido a la voluntad humana; no solo la voluntad del que propone un uso, sino la del que decide seguirlo". La Academia, en este caso de la expresión "en términos de", como en todos los casos, no ha "claudicado"; afirmarlo es (lo digo con una palabra muy grata para nuestro erudito Denegri) una barbaridad. La Academia no cumple (nadie le ha dado esa función) el papel de guardián ni de censor del idioma. Repito lo qué escribí en anterior oportunidad. "La lengua no la crean los académicos ni los escritores, sino el pueblo; y es el pueblo también quien la modifica y, eventualmente, puede hacer que desaparezca. Yo siempre he creído que la lengua es acaso lo más democrático que existe; en ella no se dan imposiciones verticales, desde arriba, sino todo lo contrario. La Academia recoge, asimila y consagra expresiones que los hablantes van, cotidianamente, aceptando como útiles para la comunicación." Así que, hablando en términos del idioma, la cosa es muy clara, don Marco Aurelio, y no hay razón para que se enoje.

sábado, 24 de marzo de 2012

ELIPSIS

Especialmente en los discursos o intervenciones improvisadas de algunas personas en ceremonias familiares, es común escuchar cosas como lo que hoy escuché decir a un congresista, durante la presentación del Gabinete Ministerial en el Parlamento: "Gracias, señor Presidente. Por su intermedio, saludar a los señores ministros...". Si nos atuviésemos exactamente a lo dicho, es decir, palabra por palabra, no entenderíamos ni miércoles: "Por su intermedio, saludar..." ¿Saludar? Saludar es un verbo que aquí aparece digamos en estado virginal, en modo infinitivo, sin acción específica, no indica hacia dónde va, "qué es lo que quiere". El modo infinitivo presenta al verbo como si se tratara de un sustantivo; pone de manifiesto la idea de una acción, pero no a la acción misma: "saludar" es la acción de expresar o "mostrar a alguien benevolencia o respeto" (DRAE), pero no es el saludo propiamente dicho. Si yo digo, como el congresista, "saludar a los ministros", no estoy diciendo nada, absolutamente nada específico o, yendo al punto, no les estoy, en realidad, saludando a esos dignos representantes del Ejecutivo. Sin embargo, todos, prácticamente todos, entendemos lo que este ("padre de la patria" le dicen) u otro personaje quiere expresar con esas palabras, porque de tanto escuchar frases como esa hemos terminado acostumbrándonos a ella y, finalmente, le hemos "entrado al juego". Es que aquí estamos frente a aquello que es conocido como "elipsis", pero que en casos como el del ejemplo se dan de un modo exagerado y, digamos, absurdo, descabellado. El Diccionario define elipsis como "Figura de construcción, que consiste en omitir en la oración una o más palabras necesarias para la recta construcción gramatical, pero no para que resulte claro el sentido." Es decir, eliminación de palabras que sin bien es cierto son necesarias, también son prescindibles porque su ausencia no genera trastorno en la construcción gramatical ni mucho menos en el entendimiento. El DRAE nos da un ejemplo: "Juan ha leído el mismo libro que Pedro". Aquí lo que no aparece (repito: necesario pero prescindible) es "ha leído": "Juan ha leído el mismo libro que 'ha leído' Pedro". En frases como la dicha por nuestro congresista, el haber recurrido o, mejor dicho, incurrido en la elipsis dañó la construcción gramatical, pero, como ya lo dije, nos hemos acostumbrado a gazapos de esta laya, y por ello y porque solemos ser complacientes los pasamos por alto y, encima, "los compredemos". Lo que quiso decir y debió decir es esto: "Por su intermedio quiero (o quisiera) saludar a los señores ministros", así de simple y fácil.

¡ZOTE!

[Hace poco (el 14 de marzo, exactamente) un personaje ganó su cuarto de hora de fama con esto que dijo en un artículo periodístico: "Vallejo fue un maravilloso poeta (...) que influyó de manera negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos". Qué extraordinario: califica de "maravilloso" a nuestro más grande poeta; y, enseguida, le da la miserable patada. ¿Habría que agradecerle, tal vez? Gente como este, al que curiosamente le han dado tribuna en El Comercio, no creo que merezca ser mencionado, por eso no pongo su nombre (pero, si lo desean, creo que pueden ubicarlo en la Web). Lo que sí tal vez merecería es, creo, decirle como sana recomendación, que no se meta en cosas de mayores y despedirlo con una expresión muy Vallejiana (que es de Pallasca, también): ¡Zote!]

 

***

 

Bien, vayamos al tema: ZOTE. La Real Academia Española define esta palabra, en el Diccionario, como “ignorante, tardo y muy torpe en aprender”. Efectivamente, se trata de un adjetivo –con ese significado- de muy larga data: tiene más de cuatro siglos de antigüedad, y es empleado así en muchos países. Sin embargo, en Santiago de Chuco -y en Pallasca, igualmente- se da una muy interesante excepción, en estos pueblos de la sierra norte del Perú tiene otro valor este vocablo: no es adjetivo, sino una interjección imperativa muy común que se emplea para rechazar o alejar a alguien y equivale a "¡fuera!", "¡lárgate!", "¡zafa!", "¡vete!" (también, obviamente, se usa para alejar a algún animal: un perro, por ejemplo). Es, como se ve, una expresión rotunda, eficaz, inapelable. Nuestro poeta mayor la empleó magistralmente en el poema XVI de Trilce: "Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!" Aunque en el uso común de nuestros pueblos, "cangrejos" no es otra cosa que "sinvergüenzas", en el poema es evidente que asume esa y otra significación que bien podría estar asociada (como señalan Marco Martos y Elsa Villanueva, en Las palabras de Trilce -SEGLUSA  EDITORES, 1989) a "mirar y remirar el pasado" (nótese la virtual relación que se presenta con "fray pasado" y el "caminar para atrás" que se le atribuye al cangrejo). "Cangrejos" tiene en el poema, pues, una connotación de insulto. No ocurre lo mismo (y en esto discrepo de lo que se dice en el libro mencionado) con "zote", que -en el poema vallejiano y en el uso popular que se le da en Pallasca y Santiago de Chuco no es insulto, ni menos un insulto “contra el pasado” (es, sí, un rechazo al pasado o, más concretamente, a los que representan el pasado -los “cangrejos”, en el poema: “¡cangrejos, lárguense!”). Si se tratara de una expresión ofensiva, la construcción de la frase, considerando el plural del sustantivo, habría tenido que ser esta: “Cangrejos zotes” (como se ve, con el adjetivo en plural; y sería como decir: “cangrejos torpes”, “cangrejos ignorantes”, en que la coma resultaría innecesaria). Repito, En el poema XVI de Trilce la expresión “zote” tan solo se comporta como una contundente interjección. Ah, y tampoco es cierto que su relación con “zafa”, “fuera” y “lárgate”, sea fonética; su relación es, más bien y únicamente, de carácter semántico: en Santiago de Chuco y en Pallasca  "zote", “zafa”, “fuera”, “lárgate”, son sinónimos. 

 

© Bernardo Rafael Álvarez

¿ADHIERO O ME ADHIERO?

Muchos suelen decir cosas como esta: "Adhiero a la posición planteada por..." Con ello quieren decir: "Estoy de acuerdo con fulano de tal", "concuerdo con su opinión", "le expreso mi adhesión". Adherir es un verbo que puede emplearse tanto como transitivo como pronominal. Como transitivo significa "pegar algo a otra cosa": Adhiero esta calcomanía a la carátula de mi cuaderno. Y es como pronominal que lo usamos cuando queremos expresar nuestro apoyo a alguien o a algo, o "convenir en un dictamen o partido o abrazarlo". Y la forma correcta de conjugarlo es anteponiendo un pronombre reflexivo: me adhiero, te adhieres, nos adherimos, se adhieren. El DRAE asume que, en realidad -como dijimos al principio-, hay quienes emplean este verbo de modo directo: "Yo adhiero a la posición de..." Por ello es que cuando lo define inserta esto: "U. m. c. prnl." Pero, la verdad es que es de mal gusto y resulta absurdo usarlo como muchos lo usan. Recomendamos, por ello, lo que nos parece más sencillo y claro: "Me adhiero a los reclamos del pueblo", es decir, "me sumo a sus exigencias". O, como el inmenso César Vallejo: "¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!"

viernes, 2 de marzo de 2012

TERRORISMO

TERRORISMO. Un delito no es lo que a nosotros -peatones comunes y corrientes- se nos ocurre llamar así, sino aquello que la ley penal ha tipificado como tal y, obvio, le ha asignado la denominación correspondiente. El terrorismo en el Perú es considerado un delito a partir de 1981 (cuando se dio el Decreto Legislativo 046), pero cuando comenzaron las acciones irracionales de Sendero en Ayacucho (con la quema de ánforas electorales en Chuschi) y en Lima (con perros colgados en postes de la avenida Tacna) ya estábamos frente a hechos que fueron promovidos para infundir terror. Y eso no es otra cosa que terrorismo, con ley que lo tipifique o sin ella.

LA LENGUA CULLI (O CULLE)

Los Incas,en su afán de expansión, llegaron a lo que hoy es Pallasca. Allí encontraron una lengua extraña, el culli (o culle). Trataron -como solía ocurrir con las conquistas- de imponer su idioma, el quechua, en desmedro del que allí (y en gran parte de la región norte) se hablaba. Poco tiempo después aparecieron los conquistadores españoles. En Cajamarca mataron a Atahualpa quien antes había ordenado la muerte de su hermano Huáscar cuyo cadáver, según teoría razonablemente expuesta por algunos historiadores (especialmente Félix Álvarez Brun) fue arrojado a las aguas del río Tablachaca (antes Andamarca) que corre entre Pallasca y Santiago de Chuco hacia el mar. La imposición más rotunda y contundente, como es obvio, fue la del idioma castellano, desapareciendo prácticamente el quechua -que comenzaba a establecerse allí- y disminuido casi al exterminio el culli. Según fue constatado por lingüistas, la frágil sobrevivencia de esta lengua se dio en algún caserío de la Provincia de Pallasca hasta aproximadamente la década de 1930. En la actualidad solo quedan desperdigadas muy pocas voces que se confunden con el léxico español y los vocablos quechuas que también se emplean, especialmente en los sectores campesinos. Llegó a efectuarse una lista de palabras recolectadas por algunos estudiosos y otras personas, como el obispo Martínez Compañón, el padre Teodoro Meléndez Gonzales y don Fernando Silva Santisteban. Expresiones culli (que aún se emplean en Pallasca) son, por ejemplo, "chúrgape" (grillo), "cungul" (renacuajo). Pero lo particular que podemos encontrar es una pronunciación que no es propia del castellano ni del quechua y que podemos hallarla en voces inglesas como "jam" (mermelada). Así tenemos, en culli: "muganshya" (tizón, madera incandescente pero sin flama, luz tenue) o "Conshyam" (que es un topónimo). La representación gráfica que aquí consigno es, naturalmente, aproximada (creo que la más aproximada que puede haber). Son, como se ve, dicciones realmente bellas de una lengua extinguida cuyo encanto a mí, particularmente, me genera orgullo.