lunes, 30 de octubre de 2023

«CAMBIA, TODO CAMBIA»

Una bella canción que cantaba Mercedes Sosa dice así: «Cambia, todo cambia…». Es verdad, todo cambia. 

¿Y por qué la lengua tendría que ser un organismo anquilosado, un fósil? No lo es, en realidad. Y, como lo he dicho más de una vez y hoy lo vuelvo a decir: la etimología nos da cuenta del origen de las palabras, pero no impone reglas de uso ni semánticas. Veamos las siguientes «curiosidades»:

DOBLE: Proviene de dos. Pero no es solamente «dos veces mayor», ni únicamente hace referencia a dos elementos iguales. En Pallasca, por ejemplo, también significa «resistente, fuerte»: «Esta soga sí que es doble». (cf. Diccionario pallasquino). En el DLE podemos encontrar esto: «Dicho de un tejido y de otras cosas: De más cuerpo que lo sencillo». 

TERCIO: Proviene de tres. En Pallasca, sin embargo, es cada una de las dos mitades de la carga de una acémila, especialmente cuando se trata de alfalfa, leña u otros elementos que pueden ser acarreados en haces» (ver: Diccionario pallasquino). Y algo similar aparece también en el DLE, además de la referencia a «bulto». 

CUARTO: Proviene de cuatro. Pero es, también, un dormitorio y, en general, una habitación en la casa (no la cuarta parte de la vivienda). 

QUINTA: Obvio, de cinco. Y, hace varios siglos, se llamaba así a la quinta parte de un terreno. Pero -como todos sabemos- aquí tenemos una agrupación de viviendas con entrada común y hasta con jardines (como las hay en muchos otros países), llamada Quinta Heeren, que nada tiene que ver con el número cinco. 

QUINTA COLUMNA: También de cinco. En un principio (durante la guerra civil española), esta expresión se refería exactamente a una columna que traicionaba a los propósitos de otras cuatro que sí eran fieles a la resistencia contra los golpistas (o sea, era exactamente la quinta). El empleo de la expresión siempre fue de carácter militar. Ahora hace referencia, genéricamente, a los que apoyan, casi siempre clandestinamente, a los enemigos (y tampoco tiene que ver, en esto, el número cinco). De esta expresión ha surgido el sustantivo "quintacolumnista". 

Y, ahora, dos más para terminar: 

¿Saben qué significa «nada»? Cierto: «inexistencia total». Sin embargo, proviene de la voz latina «nata» cuyo significado es «nacida». ¿Y saben si «jamás», siempre ha sido sinónimo de «nunca»? No, más bien ha sido sinónimo de «siempre»; en latín: «iam magis», que es «ya más». 

(Es acertado, pues, lo que afirma la filóloga española Lola Pons (que, en verdad, debiera, ya, estar en la RAE): «... más allá de la ortografía, sabemos que la lengua es variación, que está viva. Y una lengua que no cambia es una lengua muerta»).

¡Un abrazo, amigos queridos!

 

© Bernardo Rafael Álvarez


sábado, 28 de octubre de 2023

"TERNA" YA NO TIENE QUE VER SOLO CON TRES

 

1)1)   Esto lo escribí y publiqué en Facebook, el 14 de abril del 2018:

 

TERNO / TERNA

 

TERNO. Este sustantivo tiene varios significados, pero en nuestro país le atribuimos solo uno: corresponde, digamos, a un atuendo generalmente masculino. Alguien dice: "Me han invitado a un matrimonio, así que voy a comprarme terno nuevo"; es decir, aquel buen señor irá seguramente a "Saga Falabella" o quién sabe a "Ripley" y allí, mirando a los maniquíes, dirá "este me lo compro" y, efectivamente, lo comprará y, así, muy contento regresará a su casa llevando consigo saco y pantalón flamantitos, que harán "juego" con sus zapatos "Calimod". El terno es, pues, para nosotros lo peruanos, esa combinación indumentaria de saco y pantalón. Llamar "terno" a eso, es -por el uso recontrageneralizado- completamente legítimo (ya sabemos: el uso manda). Pero, etimológicamente, esa no es la palabra correcta para designar al referido vestuario. "Terno", tiene su origen en "tres"; terno es -en sentido genérico- un conjunto de tres elementos unidos o identificados por algo en común, pero, como todos sabemos, aquello a lo que nosotros actualmente llamamos "terno" solo consta de dos elementos (o piezas): un saco y un pantalón. Un amigo mío -ya fallecido- decía socarronamente: "A esto, en vez de terno, debiéramos llamarlo "derno". Bueno, entonces ¿por qué diablos llamamos terno a lo que no es, estrictamente un terno? Por esto, sin duda: porque hace ya varias décadas, la elegancia masculina, en las ciudades, se ponía de manifiesto por el uso, muy común, de saco, pantalón y chaleco (que, como vemos, son tres cosas, unidas o identificadas por algo en común: la tela y el color). Ah, otra cosa: el terno, que es sustantivo masculino, tiene su "contraparte" femenina: "terna"; pero -ojo al piojo- lo de "contraparte" tiene que ver únicamente por el parecido fonético y por su escritura, no por su significado. Terna es -como dice el DLE: "Conjunto de tres personas propuestas para que se designe de entre ellas la que haya de desempeñar un cargo o empleo". Nunca (literalmente hablando) una terna es un conjunto de cuatro o más personas, ni tampoco de menos. En el mundo del deporte de masas, el fútbol, esta palabrita solía ser usada con propiedad: la terna de árbitros (el principal, con silbato en mano, siguiendo en el gramado las jugadas de los equipos contrincantes, y los dos llamados "jueces de línea", que se ubican cada uno en una banda lateral de la cancha, como apoyo al principal. Pero no todo es estático, menos en asuntos de comunicación: el significado sigue siendo el mismo pero, en la práctica, ahora hasta las ternas de árbitros han cambiado; ahora en muchos casos son más de tres sus integrantes ¡Cosas de la lengua, caracho, caprichos del uso!  

 

2)  2) Y esto lo acabo de escribir hoy día (28 de octubre del 2023), y hace referencia al texto anterior:

 

¡EN QUÉ ME HABRÉ METIDO, CARACHO! 

 

Me acaban de dar a entender que estoy equivocado respecto de aquello referido al significado de «terna»; y que, con lo que afirma la Fundación del Español Urgente (Fundéu), prácticamente he quedado en ridículo. (¡Ahora, pue! Ya no se dónde meter la cara por la vergüenza). 

Esto es lo que dice la referida institución: «La voz terna designa el conjunto de tres personas propuestas como candidatas para un puesto, no un conjunto de un número diferente de este». ¡Letal, caracho! Bien, sigamos leyendo: 

«En la prensa (o sea -digo yo- en el uso; no en la Academia), sin embargo, pueden encontrarse ejemplos como los siguientes: "En la terna de candidatos a ese puesto hay cuatro fiscales", "Una terna formada por doce candidatos que aspiran a la presidencia" y "El tema se impuso en una terna con muchos contrincantes".» ¿Ven? Tira de ignorantes estos periodistas, ¿verdad? Pero, continuemos. Agrega la Fundéu: 

«El Diccionario de la lengua española define terna como "conjunto de tres personas propuestas para que se designe de entre ellas la que haya de desempeñar un cargo o empleo"...». Clarísimo: eso es lo que, efectivamente, dice el Diccionario oficial, pa' qué negarlo.

Y ahora viene una precisión muy interesante: «El sentido de "tres" que posee el sustantivo viene del latín». Cierto. ¿Saben qué quiere decir con esto? Que el significado etimológico de la palabra «terna», el original, vino desde el latín: «tres», que en la lengua de Lacio se escribe, si no me equivoco, así: «trēs». 

Pero lo que la Fundéu agrega a lo dicho es que, sin embargo, esto «en ocasiones no se advierte en la actualidad». Es decir, que en estos tiempos no siempre se pone atención a ese significado etimológico. Es verdad. Y esto, ¿saben a qué de debe? Se debe a que a muchos no les importa, y no tiene por qué importarles (salvo por "cultura general"), el significado que tuvieron las palabras en su lengua de origen, pues -como más de una vez lo he dicho- la etimología, que es el origen de las palabras, da cuenta -principalmente- de eso, del antecedente digamos «histórico» de una palabra, pero no manda en el uso ni en el significado que actualmente queramos darle: esto corresponde a la facultad, al arbitrio y, si se quiere, al capricho de los hablantes, y nada ni nadie puede impedirlo: ni la RAE, ni mucho menos la Fundéu. 

Y, efectivamente, la RAE y la Fundéu lo saben y, por eso (salvo algún ocasional exabrupto), lo único que hacen en casos como este del vocablo «terna» es dar alguna explicación etimológica y solo recomendar o «aconsejar», porque están convencidos de que la última palabra, en cuestiones de la lengua, la tenemos nosotros los hablantes y no, insisto, la etimología. Repito, saben que no nos importa cuál haya sido el sentido que tuvo la palabra en su origen latino, y por ello la Fundéu solo se atreve a decir que «(a)un así, lo adecuado es usar terna solamente para un conjunto formado por tres candidatos»; pero el uso («arbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua»: Horacio dixit) dice otra cosa, pues; así que, caballero nomás. 

¿Y el Diccionario, según el cual «terna» es un «conjunto de tres personas»? Tarde o temprano tendrá que reconocer que, en gran medida, el significado etimológico de "terna" para nosotros, como decimos los peruanos, ya fue; o, tomándolo por el "lado amable", que el vocablo «terna» no solo se refiere a tres personas. 

Para terminar, un par de curiosidades: ¿Saben qué significa «nada»? Cierto: «inexistencia total»; sin embargo, proviene de la voz latina «nata" cuyo significado es «nacida». ¿Y saben si «jamás», siempre ha sido sinónimo de «nunca»?; les digo: más bien ha sido sinónimo de «siempre» (en latín: «iam magis», que es «ya más»). 

(¡Ay, Taitito, en qué me habré metido, caracho! Qué me dirán ahora). 

© Bernardo Rafael Alvarez


 

jueves, 19 de octubre de 2023

ENMEDIO, ADVERBIO DE LUGAR

¿Recuerdan, amigos? En un post de hace un año, en Facebook, dije que «-aunque, por ahora la RAE diga lo contrario- sí es admisible (es correcto) escribir (como lo hacen muchos) "enmedio"...». Es que la Fundéu-RAE (Fundación del Español Urgente) afirmaba esto: «La locución en medio, utilizada para indicar el espacio entre dos cosas, personas o lugares, o para determinar un punto concreto comprendido entre dos límites temporales, se escribe en dos palabras, y no enmedio». 

 

No recuerdo qué es lo que, exactamente, señalaba, por su parte, el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), pero el mismo Fundéu lo citaba para sustentar aquella afirmación (el 21/2/2020): «Independiente de su significado, tal como se indica en el DPD (...) la escritura adecuada es en dos palabras: en medio». 


Repito, en mi post señalé que, «por ahora», la RAE indicaba que debía escribirse «en medio». Es que estuve seguro de que ese criterio habría de cambiar tarde o temprano. 

 

Bueno, el DPD, que tiene una antigüedad de dieciocho años (es del 2005) se ha actualizado este 2023 y ahora podemos constatar que ya, por fin, reconoce lo que es real, correcto y justo: que es válido escribir -como lo hacemos muchos- lo que es un adverbio de lugar, con esta grafía: «enmedio», que se emplea en frases como la siguiente: «Al darse cuenta de que el tipo se estaba convirtiendo en una piedra en el zapato, lo cual perjudicaba sus planes, tomó una decisión definitiva: sacarlo de enmedio».

 

Esto es lo que dice, ahora, el Diccionario Panhispánico de Dudas: «Aunque menos frecuente, es también válida la grafía unitaria enmedio, usada sobre todo en México y Centroamérica, y no inusual en España».

 

Ahora, solo falta que la RAE incluya en el repertorio oficial, como corresponde, este adverbio que, ya muchos años  atrás, había sido considerado en el valioso Diccionario de uso del español (DUE), de María Moliner: «Variante ortográfica, no corriente, de en medio».

 

[Sí tenemos «enseguida«, «deprisa», «asimismo»,«enfrente», «malentendido», «esotro», «entrambos», «bocabajo«, «caradura», etc., ¿por qué tenía que ser rechazado «enmedio»? ¡Qué tal lisura, caracho! 😃].

 

¡Un abrazo!

 

lunes, 31 de julio de 2023

¿Y DIAY?

Fue, especialmente, a mujeres humildes a quienes en diferentes ocasiones oí pronunciar esta expresión, en Pallasca. Cuando, por ejemplo, un varón hacía una pregunta como esta: "¿Quieres ser mi amiga?", la respuesta que recibía era, también, una pregunta, "¿Y diay?", que podía ser entendida como una aceptación, pero a medias, pues la interpelada -para poder dar un sí rotundo- primero quería asegurarse de hasta dónde, realmente, quería llegar el interpelante; en otras palabras: "Te acepto, pero primero dime qué pasará después". Es que esta expresión pallasquina, "¿Y diay?", tiene este significado: "¿Y luego (o después) qué?". Está compuesta por la conjunción "y" (en este caso, sin función de nexo o enlace), más la contracción formada por la preposición "de" (pronunciada como "di") y el adverbio "ahí" (convertido en "ay"): "¿Y de ahí qué?". Claro que también es usada como una suerte de locución adverbial: "Y diay" ("Y diay veremos qué pasa"); o únicamente "diay" ("después"). Yo -lo confieso-, hasta ahora, estuve convencido de que solo en Pallasca se usaba esta bella expresión. Pero, no. Ocurre que también forma parte del léxico de otros pueblos peruanos, como Otuzco, por ejemplo; y, además, en otros países, como Honduras, Costa Rica y Argentina. Y, ¡agárrate, Catalina!, su componente principal ("diay") aparece en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) y también en el de Americanismos (y esto me alegra, porque es muestra saludable de lo democrática que está comportándose la Academia: reafirmación palpable de que el uso manda). Pero, he aquí algo especialmente importante: No solo tiene la función interrogativa que se le da en Pallasca. Según el DLE, en Honduras y Costa Rica es empleada "para expresar afirmación, interrogación, admiración, ignorancia o desconocimiento"; y, según precisa el segundo diccionario citado, en Honduras igualmente es empleada como saludo y además -casi como en Pallasca- sirve para expresar el "deseo de que el emisor termine su discurso". En Argentina, concretamente en Tucumán, "es muy usada para saludar", según explica una página de Internet ("serargentino"), en el sentido de "¿cómo estás?"; y también se la emplea para "apurar y exigir que agilicen una tarea". Tal vez (no lo puedo afirmar con seguridad) porque solo se usa en muy pocos pueblos, el Diccionario de Peruanismos no registra esta expresión. Bueno, seguiré averiguando para saber en cuántos pueblos peruanos más es empleada, y diay veremos. 😉 ¡Lindo nuestro castellano, caracho!


martes, 13 de junio de 2023

¿AUTOMOTRIZ O AUTOMOTOR?

 

En la sección "El habla culta" que nuestra ilustre lingüista Martha Hildebrandt tenía en el diario El Comercio (8 de julio, 2019), encontramos lo siguiente: «Es muy frecuente que nuestros diarios y otros medios de comunicación utilicen locuciones nominales erróneas como *seguro automotriz, *crédito automotriz, *repuestos automotrices*». Pero, la verdad, no solo en los diarios, sino también en el habla cotidiana, y esto también lo había reconocido doña Marthita en su valioso libro "El habla culta" (2003): "... muchas personas de habla culta incurren en el error de usar el adjetivo femenino motriz calificando a sustantivos masculinos: impulso motriz, sistema motriz, por ejemplo". Así es. Y se dicen, igualmente, expresiones como estas: "taller automotriz", "parque automotriz". Nuestra inolvidable académica las calificaba -yo lo vimos- como "locuciones nominales erróneas" y, más rudo aún, Fernando Lázaro Carreter (el académico español que -¿recuerdan?- vivía medio atormentado por el verbo "aperturar") consideraba que eran muestras de "un arraigado disparate". 

"Locuciones erróneas", "arraigado disparate". ¿Por qué? Bueno, se asumía y sigue asumiéndose, hasta ahora, que prácticamente todos los sustantivos y adjetivos terminados en "-triz" ("emperatriz", "obstetriz", "actriz", "institutriz", "motriz", "automotriz", "generatriz") son -gramaticalmente- femeninos, solo femeninos. Por ello es que el casi prohibitivo Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) afirma categóricamente lo siguiente: "Es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos: impulso motriz", y agrega: "Debe evitarse el error frecuente de usar los femeninos en -triz referidos a sustantivos masculinos". Repito: hasta ahora. 

Pregunto: ¿De verdad "es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos"? ¿Se trata, realmente, de un "disparate"? ¿Con qué argumento lingüístico sustentaríamos una respuesta afirmativa a estas preguntas?

Básicamente, debemos tener en cuenta que el sufijo "triz" (del lat. -trix, -trīcis) tiene, digamos, la función de formar adjetivos y sustantivos femeninos, como los que hemos visto: actriz, emperatriz (sustantivos); generatriz, directriz (adjetivos). Efectivamente, actriz es, siempre, una mujer, como mujer es siempre, también, una emperatriz (no hay actrices ni emperatrices que sean varones). Género femenino, sin lugar a discusión, en estos sustantivos. ¿Y qué debemos decir respecto de los adjetivos mencionados? Generatriz y directriz están relacionados con sustantivos femeninos y, así, podemos decir, por ejemplo: línea generatriz, idea directriz. ¿Y por qué no podemos, como hacen muchos, decir "impulso directriz"? Obvio, más de uno responderá: "El adjetivo debe coincidir en género con el sustantivo correspondiente, y eso no es lo que ocurre en la secuencia "impulso automotriz", pues "impulso" es sustantivo masculino y "generatriz" es adjetivo femenino; en consecuencia, estamos ante una construcción gramaticalmente irregular y, sobre todo, incorrecta y, por tanto, inválida.

La respuesta está, plenamente, ajustada a la norma: "... los adjetivos concuerdan en género y número con el sustantivo del que se predica o sobre el que inciden" (Nueva Gramática de la Lengua Española, 11.1f). O sea, todo claro, ¿verdad? Sí, todo claro. En consecuencia, diríamos que vale lo dicho por el DPD, que ya he citado: "Es incorrecto el uso de motriz referido a sustantivos masculinos: impulso motriz".

Bien, aquí surge otra pregunta (tal vez a la manera socrática, en busca de la verdad). ¿Qué es lo incorrecto en asuntos lingüísticos o, más específicamente, en cuanto a cuestiones idiomáticas? Probablemente, la respuesta más aceptable sea que se considera incorrecto a todo aquello que no se ajusta a las reglas (gramaticales, ortográficas). Así, por ejemplo, cometo un error si no pongo la tilde respectiva, donde corresponde, en una palabra aguda que termina en "n", "s" o vocal; y, obvio, también si a un sustantivo masculino le asigno un adjetivo femenino. 

Concordancia en género, pues. Y no solo con los adjetivos sino, también, con los artículos: el, la. Ahora, sobre esto, nuevamente pregunto: ¿Qué pasaría si, v.g., en lugar de decir "el calor" digo "la calor", o "la color", en lugar de "el color"? Cierto, podría saltar, otra vez, el DPD ("el casi prohibitivo", dije antes), para advertirnos -como, en efecto, lo hace- que allí no debemos emplear el artículo "la", ya que ambos sustantivos son voces masculinas "en la lengua general culta" y que "su uso en femenino, normal en el español medieval y clásico, se considera hoy vulgar y debe evitarse". Como vemos, ya son tres los calificativos implacables: "locuciones erróneas", "arraigado disparate" y, ahora, "uso vulgar". ¿Estaríamos ante un atentado contra una regla o norma de cumplimiento obligado, que deba acatarse a pie juntillas? Mi respuesta enfática: No.

"Color" y "calor" son, efectivamente, sustantivos masculinos, pero también son usados como femeninos, y no solo en textos literarios ("con finalidad arcaizante", dice el DPD -¡qué ocurrencia, caracho!-), sino también, con frecuencia, en el habla común de muchas gentes y en diversos espacios. Ocurre lo mismo con "mar", cuyo empleo en femenino no se da únicamente "entre la gente de mar (marineros, pescadores, etc.)". Ah, y es conveniente recordar que estos usos no son recientes. El Diccionario de Autoridades (Tomo II, 1729) ya hacía referencia al uso en femenino de estos sustantivos. Respecto de "mar", indica que es sustantivo ambiguo ("s. amb"); y, sobre "calor" y "color", afirma lo que enseguida transcribo textualmente. Calor: "Es voz puramente latina, y algunos la hacen femenina, diciendo la calor"; Color: "Aunque lo más proprio y conforme a su origen es usar este nombre como masculino, algunos le usan como femenino". (Por cierto, hay que entender que cuando habla de "algunos" no se refiere a cuatro o cinco personas). 

Ahora, ¿resulta razonable la recomendación o consejo ("debe evitarse") que nos hace, respecto de los sustantivos "calor" y "color", el Diccionario Panhispánico de Dudas? ¿Por qué no se muestra, igualmente, escrupuloso frente al uso femenino del sustantivo "mar"? ¿Y por qué no hace lo mismo, también, con "puente" o "tilde" que, aunque no mayoritariamente, también admiten el femenino y el masculino, respectivamente? ¿Reglas selectivas? Lo qué pasa es que en estas cosas -ya es tiempo de decirlo- no hay nada inamovible. Por eso (aunque no viene, precisamente, al caso), según la norma, para los sustantivos femeninos que empiezan con "a" tónica se emplea únicamente el artículo masculino, por aquello de la cacofonía: el agua, el águila, el alma, el hacha, etc.; sin embargo, no decimos "el árbitra" o "el hache", y cuando nos referimos al femenino del sustantivo "ácrata" (partidaria de la acracia) no usamos el artículo masculino. Es que, repito, la rigidez, definitivamente, no es cualidad ni menos principio en el uso de las lenguas. La lingüística no es un asunto matemático.

Bueno, a estas alturas creo que ya es tiempo de volver a lo de "automotor' y "automotriz', ¿verdad? Y es cuando surge una nueva pregunta: ¿Qué resultaría afectado si, en lugar o además de "taller automotor" o "parque automotor", decimos "taller automotriz" o "parque automotriz"? No se dañará el sistema de protección frente a accidentes de tránsito, y el número de vehículos que hay en la ciudad no será alterado. Tampoco será lastimado el idioma castellano. Todo seguirá igual. Cosa distinta pasaría si, por ejemplo, a un actor le decimos "actriz" y nombramos como "emperatriz' a un emperador. Se entendió, ¿no es cierto? Claro.

Dije que la rigidez no es cualidad ni menos principio en el uso de las lenguas, que no hay nada inamovible en esto; por ello es que hice referencia al femenino del sustantivo "ácrata", ya que, a pesar de que comienza con "a" tónica, en su caso debe emplearse el artículo en femenino. Esto, debido a que, cuando los sustantivos que comienzan por "a" tónica designan seres sexuados y su forma es única para cualquiera de los dos géneros, el artículo empleado siempre será "la" si el referente es femenino, pues -como bien dice el DPD- "este es el único modo de señalar su sexo". 

Como vemos, apareció aquí un término no mencionado antes: "sexo". Y es cuando debo aludir a las eventuales implicancias que tendría el hecho de llamar "actriz" a un actor y "emperatriz" a un emperador. Si eso ocurriera estaríamos ante un verdadero disparate, y no precisamente de carácter gramatical sino, digamos, relacionado con un asunto sensible, el de la propia identidad de cada uno de los aludidos; quiero decir que -por razones obvias- no nombraríamos como hombre a una mujer, ni como mujer a un hombre.

¿Y podríamos, en cambio, decir -por ejemplo- "taller automotriz" o "parque automotriz", sabiendo que los sustantivos mencionados son masculinos y los adjetivos son femeninos? No sé cuál podría ser la respuesta de los académicos, pero la mía es clara, directa y rotunda: sí. Estoy convencido de que no habría (no hay, realmente) ningún problema si hiciéramos tal cosa, como en verdad hacen muchos.

Efectivamente, "taller" y "parque" son sustantivos a los que les corresponde el género masculino; pero esto es así porque les hemos asignado ese género, arbitrariamente y no porque pudiéramos haber encontrado correspondencia entre dicho género y alguna característica "natural" de los objetos nombrados ("taller", "parque"), pues no lo hay debido a que los seres inanimados no tienen sexo. Sin embargo, hemos asumido convencionalmente (y es lo que recoge la norma) que no es correcto que a un determinado sustantivo le asignemos un adjetivo de género opuesto al suyo y, en tal sentido, todos reprobamos (y no solo académicos) que se diga, por ejemplo, "sombrero blanca" o "mesa redondo" por ser "escandalosamente" notoria la discordancia que allí se presenta, pues sabemos que en nuestra lengua los adjetivos y sustantivos masculinos y femeninos se distinguen, sobre todo (no únicamente),  por estas desinencias: "-o" en el masculino y "-a" en el femenino.

Sin embargo, tal reprobación (mayoritaria, quiero decir) no se daría (y de hecho, no se da) respecto de expresiones como "taller automotriz" o "parque automotriz", ya que en estos casos la falta de concordancia gramatical solo es advertida por las personas de "elevada cultura", que saben -porque lo han leído en el Diccionario- que con el sufijo "-triz", proveniente del latín, se "forma adjetivos o sustantivos, unos y otros, femeninos, que significan agente". Por eso es que, como dije al principio -citando a la doctora Hildebrandt- mucha gente, incluidos periodistas de "diarios y otros medios de comunicación" (es decir -aunque parezca increíble- también personas cultas), suelen usar expresiones como "seguro automotriz", "crédito automotriz", etc.; porque es evidente que les interesa poco o nada parar mientes en el género y significado etimológico del referido sufijo y lo prefieren por la indiscutible eufonía que le da a los adjetivos que, en el uso, han terminado convirtiéndose en ambiguos en cuanto al género (con uso en masculino o femenino): "parque automotor", "parque automotriz"; "seguro automotor", "seguro automotriz", "crédito automotor", "crédito automotriz". ¿Es, gramaticalmente, "monstruoso"? No. Como no lo es, tampoco, con los siguientes adjetivos que, como ocurre con todos los adjetivos ambiguos, no terminan en vocal "o" ni "a": independiente, tolerante, alegre, servicial, valiente, inteligente, leal, cruel, genial, amable, feliz, etc. 

Como repetidamente lo he dicho en otras oportunidades: el uso manda y hace que aquello que en un momento fue "incorrecto" deje de serlo y adquiera validez y legitimidad. Y algo más debemos tener en cuenta: El hecho de que los sufijos en latín "-trix", "-trīcis" sean femeninos, no es condición que obligue a que el sufijo español derivado de ellos también tenga que ser únicamente femenino. La etimología explica el origen de las palabras, pero no impone normas de uso ni significados; eso corresponde a la potestad, el arbitrio, de los propios hablantes. 

Nada hay, pues, que -razonablemente hablando- impida que el adjetivo "automotriz" y, por cierto, también "motriz", puedan ser empleados con sustantivos masculinos como taller, parque, repuesto, seguro, crédito, impulso, etc. Conclusión: ¿Automotriz o automotor? Con sustantivos femeninos, solo "automotriz" ("industria automotriz", "ingeniería automotriz"). Y para referirse a sustantivos masculinos, ambos ("parque automotor", "parque automotriz"; seguro automotriz", "seguro automotor"; "crédito automotor", "crédito automotriz"). Esto, aunque no guste a algunos, lo está imponiendo -porque así lo quiere- "el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua" (Quinto Horacio Flaco dixit).

                                                                 © Bernardo Rafael Álvarez


domingo, 7 de mayo de 2023

MOROCHO: PERSONA DE PIEL MORENA (¿ORIGEN QUECHUA?)


Lo dice el Diccionario de la Lengua Española (DLE). Pero, ¿del quechua "muruch'u", que es una variedad de maíz "muy duro"? No. Definitivamente, no. ¡Qué absurdo! En ese vocablo quechua no está el origen del adjetivo referido a una persona que tiene la piel morena o el pelo negro y, evidentemente, tampoco tiene que ver con "falto de algunos dientes", ni con "mellizo". 

Pero, sí es válido asociarlo con persona "robusta y bien conservada", ya que, como encontramos en el Vocabulario de la lengua General de todo el Perú llamada lengua Qquichua o del Inca (1608), elaborado por Diego González Holguín, al "hombre fuerte, de complexión sano" (así aparece, textualmente) se le conocía como "muruchhu runa"; en el Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú (1560), de Fray Domingo de Santo Tomás, se dice, también textualmente, "cosa dura, o rezia". Y, bueno, lógicamente también tiene que ver con la mencionada variedad de maíz, que es de color amarillocasi anaranjado (González Holguín: "Muruchu çara: Mayz de los llanos muy duro"). 

Pido disculpas por lo que, sin duda, puede ser visto como un insolente atrevimiento; sin embargo, tengo que decirlo: El Diccionario de la Lengua Española (DLE) se equivoca respecto del tema aquí tratado.

Repito: el nombre coloquial que, especialmente en el Perú, se le da a la persona morena, nada tiene que ver con el vocablo quechua con que se nombra a un tipo de maíz. Se trata, más bien, de un adjetivo formado, traviesamente (como suele ocurrir con las expresiones replanescas o de la jerga popular), a partir de "moro" (origen de "moreno": de "moro" y "-eno") al que se le ha unido, de modo arbitrario, un componente final, en este caso "-cho", como se hizo también, por ejemplo, con "perucho" (peruano), "colocho" (colombiano"), "boliche" (boliviano"), palabras con las que se reemplaza, familiarmente, a los gentilicios que he puesto entre paréntesis. 

Según sugiere la doctora Martha Hildebrandt -en su valioso libro Peruanismos-, el uso de "morocho", como equivalente de moreno, se habría dado inicialmente en Argentina (es argentinismo, dice). Sí, eso es cierto. Sin embargo, nuestra inolvidable lingüista expone una hipótesis -no rotunda, felizmente- respecto de la relación de "morocho" con "moreno": afirma que tal cosa "se explica porque el maíz morocho parece haber sido, además de duro, oscuro". No. En todo caso, oscuro es el que todos conocemos: el maíz morado (que se usa para preparar una mazamorra bien peruana), y también el de color rojo; pero, ninguno de ellos es el morocho. Bueno, la doctora Hildebrandt se muestra cautelosa en cuanto a la relación con el presunto color del maíz (dice "parece haber sido oscuro"); sin embargo, también plantea la posibilidad (en esto, sí, con acierto) de que el vocablo en cuestión se deba a la "influencia de moreno, por coincidir los tres fonemas iniciales. El Diccionario de Peruanismos publicado por la Academia Peruana de la Lengua, en cambio, sí incurre en error al afirmar, textualmente, lo siguiente: "<Referido al maíz> Que tiene color morado o amarillo anaranjado". El maíz morocho no es de color morado.

Bien. La relación que existe entre el adjetivo coloquial equivalente a "moreno" y el nombre del maíz "morocho" solo es de carácter homonímico (es decir, son iguales, pero con significados diferentes) y no etimológico, como equivocadamente aparece en el DLE. 

El maíz morocho, les cuento, en Pallasca es usado, principalmente, de dos maneras: partido, sirve como alimento para las aves de corral; y molido, después de haber sido medio sancochado y luego secado al sol, en mantas extendidas en el suelo, se convierte en la chochoca, que es el ingrediente principal de una de nuestras más deliciosas sopas andinas, cuyo nombre es, precisamente, ese: chochoca (¡añañau!). Efectivamente, el morocho es un maíz duro y, repito, de color amarillo; el otro ("tierno y de mucho regalo", dice Garcilaso, en Los Comentarios Reales) es conocido como "capia" y es el que, al ser tostado, se convierte en la deliciosa cancha.

Me pregunto, finalmente: ¿Cuándo habría comenzado a ser empleado, en nuestro medio, el adjetivo "morocho" como sinónimo coloquial de "moreno"? Es, creo, imposible señalar alguna fecha o época precisa; pero, intuyo que se dio recién durante las últimas décadas (después de los sesentas). En un diccionario, de 1913, que conservo en mi biblioteca, no aparece con el significado en cuestión; en el Glosario de peruanismos del padre Rubén Vargas Ugarte (que es de 1946) ni siquiera es mencionado el término, y tampoco en el librito Jerga criolla y peruanismos (1968) de Lauro Pino. Empero, en Argentina, su uso viene de muchísimo tiempo atrás: en el Vocabulario Criollo Español Sud-Americano del madrileño Ciro Bayo (1959-1939) ya se encuentra registrado el vocablo, y -como era, creo, presumible- allí no se hace referencia (como sí, respecto de otras voces) a un presunto origen quechua; esta publicación, hecha en Madrid, ¡es de 1910!

© Bernardo Rafael Álvare

lunes, 10 de abril de 2023

YA VOY YENDO


 

"Espérame, que ya voy yendo". ¿Han escuchado o, mejor dicho, han leído, expresiones como esta? ¿Creen que es correcta? Para muchos, por cierto, se trata de una suerte de redundancia: "ir" y, al mismo tiempo, "estar yendo". Claro, podríamos considerar que, efectivamente, allí hay una evidente y hasta tal vez escandalosa redundancia. (¿Si "ya voy", para qué tengo que decir "voy yendo"?). Sin embargo, son muchos los que la escriben, creo que, sobre todo, jóvenes universitarios, cuando quieren evitar la desesperación de quién los está esperando ya con algo de impaciencia: una enamorada, por ejemplo. Y no es para menos, con lo demorones que solemos ser. Ah, pero no es todo: muchos ponen, sueltos de huesos, esto que haría santiguar atropelladamente a una monjita que, además, pudiera ser lingüista: "Ya estoy llendo", escriben. Usan la "elle", en lugar de la "ye". Repito la pregunta: ¿es correcto lo que hacen? Obvio: la respuesta que recibiré es esta: “Es una incorrección, señor”; y, claro, como diría la buena gente del Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), agregaría que eso "es desaconsejable". 


Pero, aconsejable o desaconsejable, lo cierto es que (aunque no me crean) actualmente ya no estamos ante un error propiamente dicho. Hace mucho tiempo lo dije y hoy tengo la "desvergüenza" de volver a decirlo: los usos ya extendidos, asentados, dejan de ser -si alguna voz lo fueron- errores. En algún momento pudieron, incluso, ser considerados "vicios" de dicción o de escritura, pero hoy, lo “incorrecto” es, casi siempre, considerado como particularidades expresivas del idioma, y el idioma hace mucho tiempo dejó de ser uniforme. Por ejemplo, ¿recuerdan aquel "ya fuistes" o "ya llegastes"? Y vayamos un poquito más allá: en diversos pueblos de nuestra región amazónica -si no en todos- no se dice, por ejemplo, "¡Llámame!", sino algo así como "¡shámame!" (casi como la pronunciación de los argentinos). ¿Qué ocurre con estas y otras formas expresivas? Son, simplemente, características del español o castellano de cada región. Y ahora vayamos un poquito más allá, precisamente hacia la Argentina. En el imperativo del verbo "venir" lo correcto y usual -en el Perú y en la mayoría de los lugares del mundo hispanoparlante-, dirigido a una segunda persona, es así: "Ven pronto". ¿Cómo lo dicen los amigos en el país gaucho? Allí lo dicen de este modo: "Vení pronto, che". 


¿Cuál es la explicación a esta y otras particulares que se dan en diferentes países y regiones? Se debe a que, en buena cuenta, no hablamos un solo castellano (o español) o, digamos mejor, el idioma es el mismo pero nos comunicamos con lo que, en rigor, corresponde a la variedad de nuestro idioma que se da en cada lugar, lo que en buena cuenta vienen a ser nuestros propios dialectos. Ojo: Dialecto no es, como algunos equivocadamente, piensan, un "idioma inferior, propio de algunas comunidades o etnias aborígenes", sino la manera propia, con sus propias características, cómo manejamos un idioma en determinadas regiones: con vocablos, giros e incluso tonos especiales; no es nada despectivo. Y esto es válido, legítimo y... correcto. 


Es probable que haya quienes quisieran que el idioma nuestro se uniformizara, que fuera "uno" y sin "contaminaciones", como lo quisieron los primeros académicos, los fundadores de la Real Academia Española, allá por el año de 1713, y lo dijeron de manera puntual y ruda en el primer estatuto institucional (1715): "Siendo el fin principal de la fundación de esta Academia cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana, desterrando todos los errores que (...) ha introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuido y la demasiada libertad de innovar...". A ello, naturalmente, se debe el emblema de la RAE acuñado aquel entonces: "Limpia, fija y da esplendor". 


Bueno, las cosas, como correspondía (porque el idioma es como un ser vivo), han cambiado. La unidad y la pureza en un idioma son, sin duda, aspiraciones nobles y exultantes; no significa, sin embargo, que lo contrario sea precisamente algo negativo. En estas cosas, la libertad es lo que se impone, sobre todo para innovar; y -¡al grano!- con aquello de “Ya voy yendo” lo que se busca es, simple y llanamente, mayor expresividad en el mensaje, mayor énfasis, y el verbo "ir" en indicativo de la primera persona, en este caso, equivale a la misma forma del verbo "estar" ("Ya estoy yendo"); y, bueno, lo de "llendo", solo se debe a una involuntaria confusión fonética entre muchos hablantes. (Pero, claro, si usted está en desacuerdo con lo que aquí he dicho, dígamelo, por favor. Y le aseguro que pronto estaremos juntos para charlar; así que espéreme, que ya voy yendo).

 

© Bernardo Rafael Álvarez

 


miércoles, 29 de marzo de 2023

ADVERBIO "SOLO" O "SÓLO". ¿TILDE OPTATIVA U OBLIGATORIA?

 

Sigue la discusión acerca del adverbio "solo"; ahora, en el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), en Cádiz. La norma ortográfica aprobada por la RAE decía esto: “… la palabra solo, tanto cuando es adverbio como cuando es adjetivo, así como los demostrativos esteese y aquel […], son voces que no deben llevar tilde según las reglas generales de acentuación”. Las cosas estarían cambiando, Salvador Gutiérrez Ordóñez, director del Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), al respecto señala que no es la norma la que está cambiando, sino solamente su redacción. Efectivamente, esta es esa nueva redacción, que aparecería en el DPD: "Es obligatorio escribir sin tilde el adverbio solo en contextos donde su empleo no entrañe riesgo de ambigüedad", y agrega: "Es optativo tildar el adverbio solo en contextos donde, a juicio del que escribe, su uso entrañe riesgo de ambigüedad". "Riesgo de ambigüedad". Aquí mis modestos comentarios. En el primer caso (referido a la "obligatoriedad" de escribir sin tilde), ¿cómo se determina la existencia del riesgo de ambigüedad?, ¿por designio de la norma académica o "a juicio del que escribe"? ¿Qué pasa si escribo una frase como esta: "Solo si Juan viene solo, es decir, sin compañía, lo dejamos ingresar"? ¿Hay "riesgo de ambigüedad"? No, definitivamente no. O sea, si se me ocurre ponerle tilde al adverbio, cometo una infracción gramatical, ¿verdad?, pues, según la redacción de la nueva norma académica (que aparecerá dicha en el Diccionario Panhispánico de Dudas), en casos como este "es obligatorio" escribirlo sin tilde. Absurdo, completamente absurdo. ¿Allí, la tilde de convierte en un elemento vandálico, tal vez? ¿Y si quisiera decir esto: "Solamente solo, le dije que podía ingresar", pero lo escribo de este modo: "Solo solo, le dije que podía ingresar"? ¿Aquí hay "riesgo de ambigüedad"? A mí me parece que sí, y por ello preferiría ponerle tilde al primer "solo", que es adverbio, y estaría en lo correcto. ¿Y por qué demonios, cuando hay "riesgo de ambigüedad" estoy facultado a decidir (es decir, por mi libre albedrío) si le pongo o no tilde al adverbio de marras, y, en cambio, cuando me parece que ese riesgo no existe ("a juicio del que escribe", dice la norma), estoy prohibido de usar la tilde? La verdad (es mi opinión) es que, haya o no haya riesgo de ambigüedad (o parezca que hay o que no lo hay) en la escritura del adverbio "solo", en ambos casos el uso de la tilde debe ser optativo. Veamos lo que actualmente dice el DPD: “… cuando esta palabra (“solo”) pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades: Estaré solo un mes (al no llevar tilde, solo se interpreta como adjetivo: ‘en soledad, sin compañía’); Estaré sólo un mes (al llevar tilde, sólo se interpreta como adverbio: ‘solamente, únicamente’); también puede deshacerse la ambigüedad sustituyendo el adverbio solo por los sinónimos solamente o únicamente”. Pregunto: Y si la frase “Estaré solo un mes” es dicha oralmente (no escrita), ¿cómo puede el interlocutor entender que ese “solo” es un adjetivo y no un adverbio, es decir, que el hablante no estará acompañado, o que su estadía no durará más de un mes? Obviamente, en esta situación es el contexto el que ayuda; y, sobre todo, si se trata de una conversación frente a frente, cualquier duda que surja es fácil de aclararse; no si se está ante un mero texto escrito. La tilde, pues, no tiene por qué ser obligatoria en el caso del adverbio “solo”. Por ello, lo digo finalmente, estoy convencido de que la primera frase que he citado (de la “norma ortográfica”) debe ser, definitivamente, eliminada, debiendo quedar solo (o sólo) esta: "Es optativo tildar el adverbio solo en contextos donde, a juicio del que escribe, su uso entrañe riesgo de ambigüedad".

 

© Bernardo Rafael Álvarez


miércoles, 22 de marzo de 2023

¿SEGURO AGRARIO "CATASTRÓFICO"??

Es un sistema regulado por la Ley 26702, "general del sistema financiero y del sistema de seguros y orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros". Se trata del llamado "Seguro Agrario Catastrófico". Lo supe hace apenas unos tres o cuatro días. Sirve, según leo por ahí, para dar un apoyo económico ("indemnización"') a los productores agrarios más pobres ubicados en las zonas rurales, con el objeto de que puedan mantener a sus familias "hasta que sus tierras recuperen su capacidad productiva". ¿Saben una cosa? Al leer el nombrecito este dado al seguro en mención, no pude evitar el sentimiento de pavor que me causó. Así como lo leen: un seguro "catastrófico". Como no era para menos, lo que ocurrió fue que me surgieron algunas, creo que necesarias (¿o acaso ingenuas?), interrogantes; estas: ¿Un seguro contra incendios, sería válido que se llamara "seguro incendiario"? ¿Sería "seguro mortal", si fuera para afrontar situaciones de muerte en las familias? ¿Y a un profesional especializado en casos de distrofia muscular, lo llamaríamos médico "distrófico"? Todo eso sería completamente absurdo, realmente. "Seguro catastrófico" ¡Ay, caracho! ¿A quién se le habría ocurrido tal cosa? Seguro que, "proactivos", los encargados de "chantarle" la denominación quisieron un nombre rotundo que evite el uso de "palabras prescindibles": no decir, por ejemplo, "seguro contra catástrofes"; y así, probablemente con "asesoramiento" previo, encontraron el nombre preciso "Seguro catastrófico". Y, por cierto, no me sorprendería que antes de clavarle semejante adjetivo, el asesoramiento haya sido dado por algún lingüista y este, más rápido que apurado, les mostró lo que dice el Diccionario, en la entrada correspondiente: "Catastrófico. Adj. Perteneciente o relativo a una catástrofe". Con esto, es obvio que quedaron convencidos. ¿Este seguro está relacionado con una catástrofe? La respuesta tuvo que ser al unísono: "¡Sí!" Y el lingüista asesor, ¡satisfecho! Pero no contaron con que había un cholo terco que, tarde o temprano, iba a aparecer con sus quisquillosos observaciones. Es cierto, la primera acepción de "catastrófico" que aparece en el Diccionario expresa que este adjetivo es "perteneciente" o "relativo" a una catástrofe. Pero, en primer lugar, un seguro no "pertenece" a una catástrofe (o forma parte de ella); un seguro busca aliviar, en algunas personas, los efectos de un hecho catastrófico (un inundación, un sismo, etc.). ¿El seguro es relativo, es decir, está relacionado con una catástrofe? Podríamos decir que sí, porque el dinero que se desembolsa en dicho sistema se da debido a un hecho nefasto; sin embargo, esto no hace que ese seguro sea "catastrófico" ¿Saben por qué? Porque "catastrofico" es aquello que genera una catástrofe y, como sabemos, un seguro no es causante de huaicos, de incendios, de sequías, etc. ¿Algún lingüista querrá decirme que el adjetivo "catastrófico" no necesariamente o no siempre se refiere a eso, a la generación de catástrofes? Pues, antes que me lo diga le daré mi respuesta. "Catastrofico" es un adjetivo formado por dos componentes: una raíz, "catastrof" (referido a "catástrofe") y el sufijo o elemento compositivo "-'fico" cuyo significado en este caso es "que hace, o produce o convierte en" (como también, por ejemplo, "hipertrófico", "atrófico", “distrófico”); ya lo dije: "catastrófico" es lo que produce o genera una catástrofe", y no lo que pretende enfrentarla o contrarrestar sus efectos. La relación del adjetivo "catastrófico" con el sustantivo "catástrofe" es una relación de causalidad. El nombre dado al seguro que, como dije al principio, busca dar un apoyo económico a los productores agrarios más pobres ubicados en las zonas rurales cuyas tierras han sido afectadas por algún desastre, es simple y llanamente, un gigante despropósito o, como habría dicho don Marco Aurelio Denegri, es una barbaridad. Sí, repito finalmente, "catastrófico" es un adjetivo perteneciente o relativo a una catástrofe, pero esa pertenencia o relación tiene que ver con la generación de catástrofes y, en consecuencia, nada tiene que ver con lo que es un seguro cuyo fin, como sabemos, es atender, como en este caso, económicamente a las víctimas de hechos desastrosos. Lo único, y estrictamente apropiado, que debieron hacer los encargados de la entidad correspondiente, es poner este nombre: "Seguro Agrario contra Catástrofes", y punto. ¡Un abrazo, amigos!

 

© Bernardo Rafael Álvarez


jueves, 9 de marzo de 2023

EL GUIÓN (Mi alegato)

¿Alguien pronuncia "guión" tal como lo hace con el vocablo "kion" (que es como se le conoce en el Perú al jengibre)? Quizás haya algunos; pero lo cierto es que la mayoría de los hablantes, no. Prácticamente todos decimos [gi.ón] (en dos sílabas), mientras que la otra palabra la pronunciamos en un solo golpe de voz.

 

El nombre de la rayita que sirve para dividir, al final de renglón, una palabra que no cabe completa, y con el que también se designa al texto en que aparece el contenido de una película con las indicaciones para su realización, se llama "guión" y proviene no de "guia" (monosílabo inexistente en nuestra lengua) sino de "guía" [gí.a] (así como "pió" deriva de "piar" [pi.ar]; y es, por ello, descabellado decir "él pio" y, peor aún, "yo pie" -¿la extremidad de los miembros inferiores?-; pues, simple y llanamente, no son monosílabos).

 

¿Saben por qué la misma RAE ha llegado a aceptar que el adverbio "solo" puede escribirse con o sin tilde, y que eso depende del hablante? Y, ya concretamente, ¿saben qué dijo respecto de "guión"? Dijo esto (ver: Diccionario Panhispánico de Dudas): "La doble grafía, con tilde o sin tilde, responde a las dos formas posibles de articular esta palabra" (hiato/diptongo). Bueno, lo dijo porque reconoció que son los hablantes los que, realmente, deciden en los asuntos de la lengua; es decir, que estas cosas dependen del cómo se habla; y es por ello por lo que el vocablo en cuestión aparece escrito de dos maneras en la edición 22 del Diccionario de la Academia: guión y guion (en la l Diccionario de Autoridades aparecía guión).

 

Ah, pero en la nueva edición solo aparece una forma ("guion"). Claro, han eliminado la forma escrita con tilde en la "o". ¿Por qué han hecho esto? Creo que la explicación es simple: Se trata de una ocurrencia -que, creo, carece de un sustento sólido- de los miembros de la institución que seguramente siguen creyendo que la docta corporación matritense es (como reza el lema institucional, creado en 1715) la que "limpia, fija y da esplendor" a la lengua (lo cual no es cierto); y seguramente tomaron esa decisión, del mismo modo como se decide en los parlamentos políticos: por simple mayoría de votos.

 

¿Qué ha ocurrido después de publicada la edición 22 del Diccionario? ¿Acaso se han producido cambios en el uso de la lengua, que pudieran justificar la aludida variación ortográfica dispuesta por la Academia? ¿Tal vez los que pronunciaban la palabrita de marras en dos golpes de voz, de pronto dejaron de hacerlo y terminaron convirtiéndola en monosílaba? No, eso jamás ha sucedido.

 

Veamos, pues, lo que ahora se dice en la RAE al respecto "... por eso, con independencia de su pronunciación, 'guion' es monosílaba a efectos ortográficos y no lleva tilde" ¿"Con independencia de su pronunciación"? Y también dicen esto que, de verdad, ya linda con la tontería: "Esta convención es puramente ortográfica, por lo que no implica, en modo alguno, que los hablantes deban cambiar la manera en que pronuncian naturalmente estas voces, sea con hiato o con diptongo". ¡Absurdo! O sea, en otras palabras, "Que hablen como les dé la gana, pero la Academia se mantiene en sus trece; es como si dijeran: "Qué diablos nos importa cómo hablen, porque 'nuestra ortografía' seguirá bailando su propia tonada"; es decir, ¿la ortografía nada tiene que ver con la lengua real; es fiesta en otro barrio? ¡Ay, Taitito!

 

Repito, finalmente: El hablar -aunque no les guste a los académicos- no depende de la ortografía; es la ortografía la que depende del hablar. Ah, y, por si acaso, no es que yo quiera "acomodar" la ortografía a mi manera de hablar (cómo hable yo nada tiene que ver con el asunto: es el habla de todos, o de la mayoría, lo que debe tenerse en cuenta): lo que tiene que saberse es que la ortografía debe acomodarse al modo de hablar, y no a la inversa.

 

Ya lo dije al principio: Prácticamente todos los hispanohablantes pronunciamos [gui.ón], en dos sílabas; y por ello, es dable y correcto ponerle tilde a la "o". Pero, claro, si es que estuviera probado que en algunos lugares este vocablo también es pronunciado como monosílabo, correspondería, entonces, que la Academia modificara la entrada correspondiente del Diccionario y restableciese la redacción que estuvo vigente en la edición 22 del repertorio lexicográfico oficial. Es, creo, lo más atinado. Pero no vaya a ser que se quiera negar esto echando mano al recurso aquel del "principio de unidad ortográfica", porque ese argumento sería, sencillamente, inválido, enclenque y absurdo: En cuestiones de la lengua lo que corresponde es, más bien, respetar y, sobre todo, asumir, un principio que, especialmente, es común en el terreno jurídico pero resulta válido para el caso: el principio de "primacía de la realidad", que, además, se condice con la certera afirmación desprendida de la Epístola a los Pisones, escrita por Horacio, el gran poeta latino, y que es citada en la vigésima segunda edición del Diccionario: en cuestiones de lengua, el uso manda (y, efectivamente, así es y así será siempre). Y, además, conviene tener en cuenta lo siguiente: Antes que prescriptiva, la RAE debe cumplir, sobre todo (como ya, de hecho, lo está asumiendo, y es lo correcto), una función descriptiva. 

Y, otra cosa, la Academia no tiene autoridad para "disponer" cómo debemos usar el idioma; solo puede emitir opiniones y, si se quiere, dar consejos o recomendaciones, pero nada más: no es, no puede ser, lo que sus fundadores quisieron que fuera.

                                                                                     

            © Bernardo Rafael Álvarez