lunes, 28 de septiembre de 2020

"ULISES". 16 de junio de 1904, a las 8 de la mañana.

Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacía flotar con gracia la bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y entonó: // -“Introibo ad altare Dei.”[1] Estas son las palabras con que empieza Ulises, la monumental novela del escritor irlandés James Joyce. 

*** 

Les cuento. Un amigo muy curioso (no por extraño, sino por ser "inclinado a aprender lo que no conoce"), me preguntó acerca de aquello de lo que todo el mundo habla cuando del esta novela se trata. No, no preguntó acerca de su argumento o de sus personajes o de lo que pudiera significar. Su inquietud fue otra: ¿Está dicho realmente en la novela que los acontecimientos narrados ocurren el día 16 de junio de 1904, y comienzan a las 8 de la mañana? Pensó, es lo que me dijo, que eso tal vez no podría ser sino una más de las cosas que se atribuyen a obras literarias famosas y que en realidad no existen: aquella frase atribuida al Quijote, por ejemplo (“Los perros ladran, Sancho, es señal de que avanzamos”). Le conté que yo también dudaba, a pesar de que tras haberla leído (bueno, es un decir) el año 2004 escribí un poema en el que hacía referencias a algunas partes del libro; y le prometí darle una respuesta después de volver a navegar en ese inmenso océano de palabras, poblado de virtuales cíclopes, lestrigones, mareas altas, tormentas y olas gigantes. 

Tal vez quienes -obviamente- saben muchísimo más que yo, tengan respuestas diferentes, pero -en fin- la mía (que se da como unas pistas, con las que se puede llegar a las respectivas páginas), es esta: Sí está dicho, pero enseguida voy a hacer las precisiones. Así que, amigos, acompáñenme en esta búsqueda (o “busca”, que es la palabra que más le gustaba a don Jorge Luis Borges). 

*** 

Veamos. Empieza la novela: Después de aquel “Introibo ad altare Dei”, que he transcrito al principio, y luego de mirar contemplar la bahía de Dublín desde lo alto de la torre de Martello, Esteban Dedalus y Buck Mulligan (que es un medio rabioso estudiante de medicina) bajan a tomar el desayuno que Mulligan ha preparado, con el amigo de este, llamado Haines, a quien ha invitado. Había pan, mantequilla y miel, pero algo falta: la leche. Mulligan, "repentinamente de mal humor, se sentó: // -¿Qué clase de ternera es esta?" (se refiere a la anciana vendedora de leche, que aún no ha llegado) "Le dije que viniera después de las ocho".

Ahí está: esa es la hora: 8 de la mañana, hora del desayuno. La encontramos en (obvio, ¿no?) el primer episodio, que es conocido como “Telémaco” (algunos le dicen "Telemaquia”). 

Ahora busquemos el día; lo encontramos en “Hades”. "-¡Ea!... -gritó la voz del trapero, haciendo resonar su látigo sobre los flancos-, ¡Uuuu...! // Jueves naturalmente. Mañana es día de matanza". Ya sabemos cuál es el día de semana: jueves. Según el "calendario perpetuo", el 16 de junio de 1904 fue eso: jueves.

Bien, pero eso aún no nos dice nada: lo que queremos es saber si esa fecha aparece escrita en la obra literaria. 

Busquemos primero el mes. Leamos: "J. J. Molloy envió una mirada cansada de reojo hacia la estatua y no dijo nada. // -Me doy cuenta -dijo el profesor. // Se detuvo sobre la isla de pavimento de John Gray y midió a Nelson a través de la malla de su amarga sonrisa". Esta brevísima secuencia de la novela no nos sirve de ayuda, naturalmente, pero sí su título: "HORACIO ES CINOSURA EN ESTE DÍA DE JUNIO". Esto está en "Eolo", que es, también, nombre del dios del viento.

Resuelto: efectivamente, es junio. 

Enseguida busquemos la fecha. No sé ustedes, pero yo la encuentro en esto, en "Cíclope": "(Alf) se pone a imitar al viejo juez haciendo pucheros (...) // Y por cuánto el día dieciséis del mes de la diosa de ojos de vaca y en la tercera semana después de la fiesta de la Santa e Indivisa Trinidad, la hija de los cielos, la luna virgen, estando entonces en su primer cuarto, sucedió que esos jueces eruditos acudieron a las salas de la ley".

La tercera semana después de la mencionada festividad religiosa (hagan las constataciones con si santoral, si no me creen) corresponde al mes de junio; es decir, ese "día dieciséis" es, pues, 16 de junio. 

¿Que nos falta? El año. Para esto debo regresar, en el libro, 119 páginas. Transcribo: "-Hay un caballero aquí, señor -dijo el empleado adelantándose y teniendo una tarjeta-. Del 'Hombre Libre'. Quiere ver la colección KILKENNY PEOPLE del año pasado". ¿Cuál es ese "año pasado"? Aquí está: "-Todos los principales provinciales... 'Northern Whig', 'Cork Examiner', 'Enniscorthy Guardian', 1903..." A estas alturas, me acuerdo de un libro, acerca de la realidad peruana, que leí hace muchos años -publicado por lo que fue el Instituto Nacional de Cultura: "Entre Escila y Caribdis", de Augusto Salazar Bondy. Ese título es el nombre del episodio reseñado.

Respuesta a la vista: si ese es el año pasado, el actual es 1904. Y lo encontramos, pues, en el episodio "Entre Escila y Caribdis". 

Pregunta respondida. Todo ocurre el 16 de junio de 1904. Y comienza a las 8 de la mañana. Así está dicho en la novela. 

Ah, pero hay algo más que conviene precisar, para redondear el asunto. Les invito, por eso, a leer los siguientes extractos de la novela que corresponden al episodio conocido como "Eumeo": 

"Bloom y Esteban entraron en el refugio del cochero, una estructura de madera sin pretensiones, dónde antes de entonces, él había estado raramente, si es que alguna vez (...)// -Se trata ahora de tomar una taza de café -sugirió atinadamente el señor Blomm para romper el hielo-; se me ocurre que usted debería pedir un alimento sólido; por ejemplo una suerte de panecillos..." 

("Y he visto antropófagos del Perú que comen los cadáveres y el hígado de los caballos...")[2] 

"-A qué hora comió usted? -preguntó a la delgada figura y rostro cansado aunque sin arrugas. // A alguna hora de ayer -dijo Esteban. // -Ayer -exclamó Bloom hasta que recordó que ya era mañana--. ¡Ah, usted quiere decir que son las doce pasadas! // -Anteayer -dijo Esteban, superándose a sí mismo..." 

"De cualquier manera, pesando el pro y el contra, y acercándose, como era el caso, la una, era hora de retirarse esa noche". 

"Resumiendo: Bloom que se había hecho cargo de la situación, fue el primero en ponerse de pie, pues no iban a quedarse eternamente, y ya que se había adelantado, y valiendo él tanto como su palabra de que pagaría la cuenta oportunamente, tomó la prudente precaución de hacer, moderadamente, como una advertencia de despedida a nuestro huésped, un signo apenas perceptible cuando los otros no miraban, a los efectos de que se enterará de que el pago estaba próximo…" 

"Sobre la calzada a la que se acercaban mientras iban hablando todavía, más allá de la cadena mecánica, un caballo, arrastrando una barredora, se deslizaba por el pavimento levantando una larga faja de cieno..." 

¿Entendieron, ¿verdad? Claro que sí. Después de haberse servido algo en un modesto restaurante (al que aluden como "el refugio del cochero") y tras el pago por el consumo que ofreció efectuar Bloom, este sale con Esteban, y se van conversando por las calles de la ciudad. Pero, ¿A qué hora han salido del "refugio"? Después de la una de la madrugada ("y acercándose, como era el caso, la una, era hora de retirarse"). Y se van caminando. 

Luego de esto, en la novela hay dos secuencias (o "episodios"), "Ítaca" y "Penélope". Pero, temporalmente hablando, no agregan nada (salvo para el ejercicio de la lectura), pues no hay allí, propiamente, narración, de hechos. 

"Ítaca" (que es el penúltimo "episodio"), no es más que una seguidilla de preguntas y respuestas que, digamos, se hace el narrador. Sin embargo, las primeras de esas preguntas y respuestas nos ayudan a aclarar la situación: hacen referencia a la caminata de Bloom y Esteban hacia la casa de aquel, primero "a paso normal", luego "aflojando el paso" y "después a paso lento interrumpido por detenciones" hasta que, por fin, llegan a su destino, en la "calle Eccles número 7". Hasta este punto ya podemos calcular: más o menos una hora de recorrido desde "el refugio", de donde salieron a la una de la madrugada. Es decir -para concluir-, desde las 8 de la mañana del día anterior, en que Esteban desayunaba con Mulligan, hasta estos momentos en que Bloom, frente a la puerta de su casa, "insertó mecánicamente la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones para tomar su llavin", ¿cuántas horas han pasado? ¡Dieciocho horas! 

Y lo que viene, finalmente, es el episodio conocido como "Penélope", que en realidad es el extremadamente famoso, y tal vez el más importante aporte de Joyce a la literatura (aunque dicen que en psicología primero lo hizo William James), "monólogo interior" de Molly. 

*** 

Todo esto que he hecho tratando de satisfacer la inquietud, ha tenido un objeto: experimentar -con placer, desconcierto y fatiga- un viaje "odisiaco" en el Ulises de Joyce. Porque si solo hubiese querido ubicar la fecha, mes y año, hubiera bastado con decir que en la página 657 de la edición en castellano que tengo está la respuesta, en la referencia al presupuesto de gastos: el “Debe y el Haber” que corresponde -ahí lo dice textualmente- a ese día, el 16 de junio de 1904.

Y, vean cómo son las cosas. Ya son las 2 de la madrugada del 28 de setiembre, y este viaje "odisiaco", de busca y rebusca, que comenzó ayer por la mañana, acabo de concluirlo. Np van a creérmelo: Ha durado prácticamente lo que la novela dura en Dublín: cerca de veinte horas. ¿Se imaginan? Qué cosas, ¿no? ¡Uf! Pero fue agradable todo; como lo he dicho: con placer desconcierto y fatiga. 

Ulises es, acaso, la más ambiciosa obra narrativa que se haya escrito en la historia de la humanidad. Una novela que no dice nada y lo dice todo, al mismo tiempo. Es –estoy convencido- una novela, también al mismo tiempo, difícil y fácil de leer. Puede generar –y, de hecho, genera- reacciones de admiración, de desconcierto, de rechazo y hasta de odio; es decir, cumple cabalmente la razón de su existencia: conmover (o sea, "perturbar, inquietar, alterar"), como toda buena obra de arte. 

Los sucesos que cuenta Ulises de ubican, temporalmente, en un día de junio de 1904. James Joyce eligió el 16. ¿Por qué? Se dice que ello se debió a que esa fecha tenía una importancia de carácter sentimental para él: unos creen que fue cuando conoció a Nora Barnacle, la mujer con quién se casó y a la que le enviaba unas cartas buen "calenturientas"[3] (yo las leí por primera vez hace muchos años, en un periódico que, lamentablemente, se me perdió); otros, tal vez más acertados, están seguros de que en la noche del 16 aquel, tuvieron, James y Nora, su primer encuentro sexual (yo, por supuesto, me adhiero a esta hipótesis). 

(Mi ejemplar del Ulises –que lo tengo desde el 26 de agosto de 1975- corresponde a la sexta edición –en castellano- publicada en junio de 1972 por Santiago Rueda – Editor, de Buenos Aires).

 

                                                                                                                                © Bernardo Rafael Álvarez

 



[1] En inglés: “Stately, plump Buck Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on which a mirror and a razor lay crossed. A yellow dressinggown, ungirdled, was sustained gently behind him on the mild morning air. He held the bowl aloft and intoned: // —Introibo ad altare Dei.”

[2] Obvio: esta cita no viene al caso, pero la he insertado por cuanto, para nosotros los peruanos, creo que se trata de una muy curiosa referencia.

[3] En carta del 6 de diciembre de 1909: "Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos. Te sueño a veces en posiciones obscenas. Imagino cosas muy sucias, que no escribiré hasta que vea qué es lo que tú me escribes. Los más insignificantes detalles me producen una gran erección- un movimiento lascivo de tu boca, una manchita color castaño en la parte de atrás de tus bragas, una palabra obscena pronunciada en un murmullo de tus labios húmedos, un ruido sin recato, repentino, de tu trasero y entonces asciende un feo olor por tus espaldas. En algunos momentos me siento loco, con ganas de hacerlo de alguna forma sucia, sentir tus lujuriosos labios ardientes, chupándome, coger entre tus dos senos coronados de rosa, en tu cara y derramarme en tus mejillas ardientes y en tus ojos, conseguir la erección frotándome contra tus nalgas y poseerte sodomíticamente".


                                                                                                                          © Bernardo Rafael Álvarez

                                                                                                                            28 de setiembre del 2020

 


jueves, 24 de septiembre de 2020

¿"DISPARATES"? NO, SEÑOR.

 

Dice (o decía) don Marco Aurelio Denegri, en su programa La función de la palabra, del día 24 de agosto del 2016*, lo siguiente:

Ni UNA MENOS. "La divisa del movimiento feminista contra la violencia de género es 'Ni una menos', pero lo correcto es 'Ni una más' (...) 'Ni una víctima más' (...) De modo que deben cesar de decir 'Ni una menos'. Desgraciadamente, cuando se populariza o comienza a popularizarse un error, arraiga si es que a tiempo no ha habido el debido correctivo. Entonces, cuando arraiga el disparate, ya es muy difícil desarraigarlo".

VIDEO. "No se dice video, sino "vídio", como se dice, además, en latín. Pero no se corrigió a tiempo y, entonces, se impuso "video", que es un disparate". 

SURREALISMO. "Es un disparate del tamaño de una catedral (...) Pero se dijo a fines de la década de 1930; y uno de los primeros usuarios fue Cortázar, porque antes de esa época no había sino uno que otro usuario (...) Se puede decir de estas tres maneras: superrealismo, sobrerrealismo o suprarrealismo. Lo curioso es que la Academia recoge estas tres formas y también la forma "surrealismo" (...) Eso es lo malo: que no hubo el correctivo a tiempo (...) Curiosamente, en inglés también se ha admitido el disparate". 

TABÚ. "La Academia sigue diciendo que la palabra "tabú" proviene del polinesio "tabú", así, con tilde, cuando en polinesio la palabra nunca es aguda; el carácter agudo de la palabra es invención inglesa (...) En polinesio dicen "tapu", pero en lengua inglesa agudizaron el término y se quedó, pues, "tabú" en español. Pero, repito, esa acentuación es impropia y no ha sido corregida hasta ahora (...) Pero el uso impuso el disparate, y la Academia terminó por admitir. En Polinesia se dice 'tapu' y no 'tabú'..." 

FÍGARO. "El uso impuso la acentuación indebida de un apellido que no es "Fígaro", sino "Figaró" (...) No es fígaro, pues, es figaró, y ya se quedó y eso ya no lo mueve nadie. Repito: no hubo el correctivo a tiempo, y cuando no lo hay, arraiga rápidamente el disparate". 

CANAL DE LA MANCHA. "La expresion "Canal de la Mancha" es un disparate de tomo y lomo, porque el que tradujo así creyó que "manche" en francés significa "Mancha"; y no es así, porque ese término en francés significa "manga", de modo que la traducción correcta sería "Canal de la Manga"; pero siguen diciendo el disparate "Canal de la Mancha". 

                                   ***

A continuación mis comentarios. Veamos:

1) La frase "Ni una menos" fue creada -como una suerte de "eslogan" o consigna, contra la muchas veces letal violencia ejercida sobre la mujer- a partir de un poema escrito, en 1995, por la mexicana Susana Chávez (víctima de feminicidio: asesinada el año 2011), y cuyo título es este: "Ni una muerte más"; en otras palabras (es obvio, ¿no?) "ni una mujer muerta más", es decir, NI UNA MUJER MENOS (las queremos vivas a todas). Pudiera haberse elegido una frase como esta: "Ni una víctima más", pero no fue así: escogieron otra, y no hicieron mal. No es, pues, como equivocada, absurda y disparatadamente, decía don Marco Aurelio Denegri. No es un disparate.  ¿Deben "cesar" de decir "ni una menos", como sugería medio impositivamente el recordado conductor de television? No, definitivamente, no. 

2) La asimilación de una palabra extranjera al idioma que hablamos, se hace -como suele ocurrir con la creación de nuevos vocablos, o la asignación de significados o sentidos- con la única "norma" válida: la arbitrariedad. Qué significa esto: que cualquier palabra extranjera que nos resulte útil podemos hacerla nuestra, y la forma de pronunciarla será la que elijamos o nos resulta más cómoda o más agradable. Hay, por ejemplo, una palabra en la lengua castellana, importada del inglés sabe Dios cuándo: desde hace muchas décadas. Me refiero a "club". ¿La pronunciamos" como lo hacen los británicos y los estadounidenses? No. No decimos "clab"; porque no queremos o porque no nos gusta. (¿Alguien puso reparo a eso? ¿Alguien tenía autoridad para hacerlo? No). En gran parte de nuestro Continente decimos "video"; en México y en España, dicen "vídio"; ¿debemos entender, por ello, que solo los de España y México lo pronuncian bien? No. La pronunciación, en estos casos, es potestad de los hablantes, y -en tal sentido- ambas formas son correctas. Don Marco Aurelio había dicho en alguna oportunidad que era una "barbaridad" decir "Levi's", que es una marca de pantalones, y que debíamos decir "livais", es decir como pronuncian los gringos. Absurdo. No estamos obligados a pronunciar las palabras tal como se hace en sus lenguas de origen; eso lo debemos hacer cuando estemos hablando no en castellano. ¿La forma como pronunciamos estas palabras se debe a que "no se corrigió a tiempo"? No, señor.  No había nada que corregir. Video, así, una palabra grave o llana con el acento prosódico en la "e",  está bien pronunciada en nuestro castellano. Y no es un disparate. 

3) ¿Un "disparate del tamaño de una catedral"? No, no y no. "Surrealismo" es una palabra cuya creacion, en francés, se debe a Guillaume Apollinaire, quien la acuñó en 1917; y fue usada por André Breton, para darle el nombre al movimiento que echó a andar el 15 de octubre de 1924, a partir de la publicación de lo que fue el Primer Manifiesto del Surrealismo (Manifeste du surréalisme). Se entiende que, teóricamente, significa "sobre" o "encima" del realismo, o de la realidad. Por qué: porque la característica del trabajo artístico y poético de esta tendencia es tender hacia el automatismo, dejando digamos de lado "la razón" (en palabras simples y medio burdas: pintar o escribir "salga lo que salga"). Es  decir, si esta palabra, en francés, traducida al castellano es, simplemente, lo que sigue: superrealismo, sobrerrealismo o suprarrealismo y -como bien dice don Marco Aurelio- así aparece en el Diccionario oficial: Surrealismo, que es el nombre dado al movimiento tiene, en palabras originalmente castellanas, esos tres sinónimos, ¿deberíamos, por ello, eliminar de nuestro léxico la palabra "Surrealismo" que, según el señor Denegri, es un "disparate". No. En primer lugar, y lo digo enfáticamente, porque no es un disparate. Segundo, porque la palabra "Surrealismo" no es una "traducción" del francés al castellano; se trata, simplemente, de una palabra en francés que ha llegado a nuestro idioma y aquí se ha establecido: es un galicismo, nada más. Como "garaje", de "garage', o "chofer", de "chauffeur": no son traducciones. Los anglicismos, los galicismos, son -digamos- palabras importadas que pueden seguir siendo escritas como en sus leguas de origen, o ser de algún modo alteradas en su estructura. No son traducciones. Dadaísmo, o fauvismo, por ejemplo, tampoco son traducciones. 

4) La palabra "tabú" tiene su origen más remoto en la voz polinesia "tapu" (lo prohibido), cuya pronunciación -efectivamente- no es como palabra aguda (con acento en la última sílaba), sino así como está escrita; grave o llana. De su lengua originaria, habría pasado al francés, al inglés y al danés; y luego llegado al castellano, desde la segunda de las nombradas. Esa habría sido la razón por la que la pronunciación que nosotros los hispanoparlantes le damos es completamente distinta a la original y, más bien, se acerca -por su acento agudo- a la inglesa: taboo. En tal sentido, creo que el Diccionario oficial se equivoca al decir que la palabra proviene del polinesio "tabú", porque -efectivamente- es cierto lo que dice don Marco Aurelio, y ya lo vimos: en esa lengua no se pronuncia 'tabú" (palabra aguda), sino "tapu". (Esto es lo dicho por el señor Denegri: "La Academia sigue diciendo que la palabra tabú proviene del polinesio tabú, así, con tilde, cuando en polinesio la palabra nunca ha sido aguda; el carácter agudo de la palabra es invención inglesa"). Pero, el error de la Academia está únicamente en eso: en la referencia etimológica, nada más. Y la pronunciación que los hablantes le damos, así, como palabra aguda (que sin duda, tiene que ver con lo que sería la "mediación importadora" del inglés) no es, bajo ningún concepto, una "acentuación impropia" ni mucho menos un "disparate" que "la academia terminó por admitir". No. (La Academia no "admite" o prohíbe: no tiene autoridad para ello). La explicación sería similar a la que he dado respecto de "video": pronunciamos en castellano, y no en polinesio, no tenemos que pronunciar en polinesio. 

5) Nosotros los hispanohablantes no hemos impuesto "la acentuación indebida de un apellido que no es Fígaro, sino Figaró". ¿Es un apellido? Hasta donde sé (y es realmente poco lo que sé), Fígaro es el nombre de un personaje ficticio, que aparece en dos obras teatrales de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais: "El barbero de Sevilla" y "El matrimonio de Fígaro". La palabra fue también inventada por el escritor. El hecho de que en la lengua en que fueron escritas las obras, esta palabra sea pronunciada como aguda -repito lo que dije antes- no nos obliga a hacer lo mismo, a nosotros los hispanohablantes. No existe ley (jurídica, religiosa, moral, ni menos lingüística), ni autoridad académica que nos obligue a tal cosa. La única norma válida, en asuntos del léxico, es la arbitrariedad, la legítima arbitrariedad del uso, "árbitro, juez y dueño en cuestiones de lenguas" (Quinto Horacio Flaco, dixit). Todo está en orden, pues. No hay nada que merezca el oprobioso e injusto calificativo de "disparate". 

6) Cierto: La palabra francesa "manche", en castellano significa "manga". El mar que existe  entre Francia y Gran Bretaña, que es un canal -cuya anchura oscila entre 240 km., la parte más distante entre orilla y orilla, y 33.3 km., que es la más estrecha- ante la imaginativa mirada de algún anónimo personaje del país galo tenía la apariencia de una manga (de saco o de camisa): y es por eso que se les ocurrió, a los franceses, llamar a ese canal "La Manche" (o sea, "Canal de la Manga"). ¿Qué pasó con los hispanohablantes? Se les ocurrió nombrar a esa zona geográfica, siguiendo de algún modo la "ley del menor esfuerzo": imitando, con una muy leve variación, los aspectos gráfico y fonético de aquel nombre en francés. Y así  resultó "Canal de la Mancha". No hubo preocupación ni interés por poner atención en asuntos de semántica: prevaleció el sonido y lo gráfico de la palabra, y punto. Y, obvio, no es que se hubiese pensado, por ejemplo, en asignarle -con algo de "mala fe"- ese nombre en alusión a suciedad, a mácula, a tachadura, afrenta o cosa por el estilo. Esto qué quiere decir: que la palabra "Mancha", como nombre dado en nuestro idioma  al canal ubicado entre Francia y Gran Bretaña no tiene un significado distinto al que corresponde a esa parte del Océano Atlántico (lo que quiero decir: tanto el nombre que usan los franceses ("La Manche") como el que usamos los que hablamos español ("La Mancha"), significan lo mismo, se refieren a la misma cosa). Mancha es y seguirá siendo, en minúscula, "señal que una cosa hace en un cuerpo generalmente ensuciándolo, o echándolo a perder"; pero, escrita con la primera letra en mayúscula, será lo que ya sabemos: el nombre del canal de que estamos hablando, como lo es aquel lugar que aparece  en la famosísima novela de Miguel de Cervantes Saavedra. No es tampoco -otra vez tengo que decirlo- una traducción de "Canal de la Manche"; es solamente el nombre que en castellano se nos ocurrió darle a ese canal. Los franceses lo llaman "La Manche", los ingleses le dicen "English Chanel", los catalanes prefirieron traducirlo y llamarlo "Canal de la Manega", y nosotros -les guste o no a algunos "puristas"- optamos por el nombre ya planetariamente difundido: "Canal de la Mancha". ¿Alguna de esas denominaciones está equivocada? Ninguna. No  es "La Manga", para nosotros; es "La Mancha" y así lo seguiremos diciendo aunque don Marco Aurelio Denegri haya creído -equivocadamente, otra vez- que eso era un disparate.      

                                                                                                                                     © Bernardo Rafael Álvarez

                                                                                                                                              


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*  https://www.youtube.com/watch?v=tdJbPFW0RZQ&t=784s

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"ÑANGA", SINÓNIMO DE MENTIRA.

En "El habla culta", sección que tiene en el diario El Comercio, la doctora Martha Hildebrandt, transcribe esto que encontró en un diario capitalino: "Fuentes palaciegas nos dicen que ese anuncio de la cuestión de confianza (..) sería pura ñanga". ¿Qué es "ñanga"? La misma doctora lo dice: "Entre nosotros, ñanga se aplica coloquialmente a una cosa sin importancia o a un asunto falso".[1] "Asunto falso'. Efectivamente: mentira, engaño.

En el  Diccionario de Peruanismos, valioso libro de Juan Álvarez Vita[2], veo que esta expresión coloquial - replanesca o de jerga popular- aparece registrada como una palabra de origen quechua cuyo significado, en esa lengua, corresponde a "cosa ruin" y "baladí'; y agrega que su uso, como equivalente a mentira, "trafa", engaño, se da en nuestro país y también en Colombia. 

Bueno, si me permiten, debo decir que la explicación que hace el diplomático y lexicógrafo Álvarez Vita, respecto del presunto origen del vocablo en cuestión, no me parece acertada.

He hecho las averiguaciones correspondientes y he podido conocer que en el quechua no existe el vocablo "ñanga", y menos con el significado de "cosa baladí" o "ruin". ¿De dónde sacó el autor de este importante repertorio lingüístico aquella información? Me aventuro a creer -con una alta dosis de seguridad- que lo que pudo haber ocurrido es que, al diplomático y lexicógrafo peruano alguien le mencionó la palabra "yanca" y él escuchó "ñanga". "Yanca", y no "ñanga", es una palabra que existe en la lengua andina e incluso se encuentra registrada en el Vocabulario de la Lengua Quechua de Diego González Holguín, publicado en 1608; y, efectivamente, dos de sus acepciones son  "cosa baladí" y "ruin".[3] (En mi tierra, Pallasca, y en gran parte de la Sierra norte del Perú, "yanca" equivale a "por gusto", "por las puras"; algo que se hace inútilmente).  

¿Qué tendría que ver -semánticamente hablando- "baladí" o "cosa ruin", con mentira o engaño? Nada, absolutamente nada. Claro, ya sabemos que quien miente comete algo ruin, pero eso es otro asunto y  no viene al caso, pues de lo que se trata, aquí, no es de buscar explicaciones de carácter moral: no estamos juzgando a una persona por perjurio o cosa por el estilo. Al redactar este artículo, mi preocupación, respecto del vocablo de marras, es estrictamente etimológica. 

Como ya vimos, Álvarez Vita señala que también en Colombia se usa el vocablo "ñanga" y con el mismo significado que le damos en el Perú. Bueno, también he indagado al respecto, y el resultado que he obtenido es diverso. Allí, en Colombia, es usado, como expresión coloquial, para referirse a alguien, digamos, "despreciable" (delincuente, drogadicto, antisocial...). Y, por cierto, otra de las cosas de que me he informado es que esta palabrita también se emplea en otros países, pero con los más disímiles significados, ninguno de los cuales coincide con el que tiene en el Perú. En México, por ejemplo: "débil"; en Ecuador: "porción pequeña de algo"; en Centro América: "terreno pantanoso". 

Y en el Perú también tiene otros significados. Como hemos visto, en la antes mencionada sección que tiene en el diario El Comercio, la doctora Hildebrandt registra, además de "un asunto falso", esta acepción: "cosa sin importancia". Pero no solo eso. También se refiere a esto que ha sido sorpresa para mí: "nariz". Yo nunca antes leí ni escuché tal cosa. Tras consultar a algunos amigos, he podido confirmar lo dicho en la breve nota de nuestra prestigiosa lingüista: es cierto, también tiene el significado de "nariz".

Bien. Como, creo, era de esperarse, esta información me ha generado una inquietud: procurar encontrarle una explicación a ese significado. ¿Por qué  el uso del vocablo "ñanga" para referirse coloquialmente al órgano externo de la respiración? Creo tener una respuesta. Para comenzar, me parece innegable que proviene de lo que sería, digamos, una asociación con el otro significado que le damos a "ñanga": "mentira". Veamos. ¿Se acuerdan de Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini? O, mejor dicho, ¿saben quién fue? Fue un italiano que, con el seudónimo "Carlo Collodi", publicó en 1882  un cuento titulado Storia di un Burattino, a cuyo personaje principal, cada vez que mentía, se le alargaba más la nariz (estoy refiriéndome -obviamente ya lo adivinaron- a "Pinocho"). Esto, que fue producto de la imaginación literaria del escritor, ha encontrado lo que sería una suerte de correlato con los resultados de un trabajo científico de hace algunos años. No, no se ha descubierto que el hecho de decir mentiras altere realmente las dimensiones de la nariz, pero sí tiene algo que ver con ella: Dos estudiosos de la Universidad de Granada (Emilio Gómez Milán y Elvira Salazar López), luego de unas investigaciones realizadas por ellos, han llegado a la conclusión de que, cuando una persona miente, se producen cambios de temperatura en la nariz.[4] 

¿Hacia dónde me lleva esto? Pues, a expresar lo siguiente: El vocablo "Ñanga", referido a la nariz, es, creo que sin ninguna duda, una alusión metafórica a la mentira, lo que -claro está- tiene una subliminal conexión, no, por cierto, con el resultado de las investigaciones de los científicos españoles que, como dije, son recientes, sino con el aludido personaje literario del italiano Callodi: la marioneta de madera construida por el simpático "Gepetto". 

Debo decir, finalmente, retomando el tema, que yo tengo la certeza de que el vocablo coloquial "ñanga", usado en nuestro país como sinónimo de mentira, proviene no del quechua sino de una caprichosa metátesis (reubicación de sílabas) ejecutada en la palabra "engaño". Más o menos como lo ocurrido con "jerma" (mujer) o "trome" (maestro): inversión de sílabas, cambiando o eliminando algunas letras (lo cual, en estas, como en todas las cosas que tienen que ver con el léxico, es legítimo: funciona la arbitrariedad, la legítima arbitrariedad).  

Tal vez pudiera parecer un insolente y desmesurado atrevimiento, una osadía (pues sabemos que en estas cosas es casi imposible dar la última palabra), pero -al menos hasta ahora- estoy convencido, y tengo que decirlo, que esta sería la virtual progresión "metamórfica", que habría dado lugar al nacimiento del vocablo coloquial que ha motivado este artículo mío: "Engaña/engaño: "ñaenga", "ñonga"... "ñanga". (Disculpen este insolente y desmesurado atrevimiento).

 [Para quienes quisieran abordar este tema, que es apasionante, creo que el reto está planteado. Sería enriquecedor su aporte. ¡Adelante, amigos!]

                                                                                                                                                                       © Bernardo Rafael Álvarez



[1] Martha Hildebrandt: El habla culta. En El Comercio, Lima, 07/10/2019. (el comercio.pe)

[2] Juan Álvarez Vita: Diccionario de Peruanismos. Segunda edición. Universidad Alas Peruanas, Lima, 2009.

[3] Diego González Holguín: Vocabulario de la lengua quechua (1608). Edición del Instituto de Historia UNMSM,  Lima, 1952.

[4] Estudio publicado en la revista Journal of Investigative Psychology and Offender Profiling. 2012. Ver: canal.ugr.es