miércoles, 13 de enero de 2016

¿"Analfabeto funcional"?

Hace muchos años, en 1970, la UNESCO publicó “La alfabetización funcional, cómo y por qué”, un documento surgido a partir de una reunión de trabajo en la que se habían analizado los problemas presentados en la ejecución del Programa Mundial de Alfabetización. En este documento se define la alfabetización funcional como la “operación de alfabetización concebida como un componente de los proyectos de desarrollo económico y social”; es decir, va más allá de lo que es la alfabetización tradicional que corresponde, más bien, al simple hecho de proporcionar el medio para acceder a la comunicación escrita o, dicho más concretamente, permite el “dominio suficiente de los mecanismos de la lectura y del cálculo elemental”. Y, como creo es fácil de entender, analfabeto en sentido estricto y elemental es el “que no sabe leer ni escribir”, y así, textualmente, lo define el DRAE. 

Y, bien, si ya sabemos (gracias a lo señalado por la UNESCO) qué cosa es “alfabetización funcional”, ¿será difícil deducir a quiénes aludimos cuando decimos “analfabeto funcional”? No, no es difícil; pero, aplicando la “ley del menor esfuerzo” (que, ojo, en este caso no es lo mismo que plagio), vamos a repetir lo que más de uno ha repetido en distintos textos: analfabeto funcional: individuo que no puede “utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida”. 

César Acuña, el ahora candidato hace algunos años sorprendió a todo el mundo, y estimuló la chacota y hasta los ataques, al afirmar que no lee ni escribe, y ahora, como bandera de campaña electoral agita la muy peruana frase “plata como cancha para educación”. Otro César, el medio hepático Hildebrandt, hermano de una de nuestras más prestigiosas lingüistas, dijo hace muy poco que sentía “vergüenza futurista” por su tocayo, el candidato presidencial, ya que este era un “analfabeto funcional”. 

Es evidente o, mejor dicho, es innegable que César Acuña sabe leer y escribir (que no acostumbre o no le guste leer ni escribir, es otra cosa; ¿está obligado a hacerlo? No, no lo está), sin embargo, también es evidente e innegable que lo mucho o poco que sabe (de lectura, escritura y cálculo matemático) lo ha sabido utilizar “de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida”, y ha sacado provecho de eso y ha sido útil para otros. 

¿Haberse convertido en empresario, haber fundado una universidad que cada vez crece más, haber incursionado en política logrando que lo elijan congresista, alcalde y presidente (o gobernador) regional y estar, ahora, tentando -con un elevado margen de posibilidades en el triunfo- la primera magistratura de la República, son los vergonzosos signos de pobreza de un “analfabeto funcional”? Sí eso es ser "analfabeto funcional" (o torpe, como lo llaman algunos desbocados), ¿quién no quisiera ser como él, quién no lo envidiaría?

Ciertamente, don César Hildebrandt ha empleado mal el calificativo dirigido al otro César, supongo que por un “error involuntario”, no creo que por mala fe 😃.

César Acuña no es, definitivamente, un "analfabeto funcional". Aunque a veces o muchas veces tenga expresiones y dé respuestas desfachatadas y medio torpes, la verdad es que él no es torpe; es muy inteligente. Ningún torpe, idiota o "analfabeto funcional" logra lo que él, nacido en un pueblito recontra humilde, ha podido lograr.  
Lo que le digan, y de hecho le dicen, vale como vacilón y hasta como insulto, pero no como caracterización justa, racional e inteligente.  

(Ocurre que en nuestro medio es pan de cada día aquello de calificar a los otros como los malos de la película, como lo peor. Siempre "nosotros" somos los buenos, los inteligentes, los morales; en cambio los otros, los demás, "la gente, la gente", son los dueños de los defectos, de las maldades, son los brutos. ¡Qué rico país, caracho!)

(Ver: César Acuña "Analfabeto funcional", según César Hildebrandt)
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