El domingo pasado fue hallado, en el río Rímac, el cadáver de un joven;
según informaron los medios, presentaba un impacto de bala en la cabeza y,
según se cree, habría sido asesinado por una banda de asaltantes. La
información dada por el diario Perú21 concluye así "el occiso ya ha sido
derivado a la Morgue Central de Lima".
Bien. La reseña que he hecho tiene un propósito: hablar (porque me lo
sugirió un amigo) sobre un adjetivo que con una lamentablemente apretada
frecuencia se menciona en los medios durante estos últimos tiempos, en nuestro
país (debido a crímenes y accidentes): "occiso".
¿Qué significa "occiso"? Aunque se usa más como sustantivo, es
un adjetivo que -considerando cómo ha sido empleado por el diario que mencioné-
es fácil darse cuenta que hace referencia directa a una persona muerta. Porque
nunca nadie, estando vivo, puede ser llamado occiso. Todos los occisos son
muertos. ¿Quedó claro? Imagino que sí, pero debo advertir que no está dicho
todo.
Como ya lo dije, todos los occisos son muertos. En esto no hay lugar a
discusión. Pero vale esta pregunta: ¿todos los muertos son occisos? La
respuesta es no. ¿Por qué?
Veamos. En este mundo, todos los que mueren no son, digamos, víctimas de
la misma causa; hay distintas causas de muerte: edad (culminación del ciclo de
vida); enfermedad; accidente; homicidio; suicidio...
La persona que muere por razones de edad, es decir, cuando ha culminado
su ciclo de vida (nacer, crecer, morir), no es un occiso; quien muere a causa
de una enfermedad, tampoco. Es occiso el que muere violentamente (muerte
violenta, según el Diccionario de la Lengua Española: "muerte consecutiva
a un traumatismo fortuito o la que se ejecuta privando de la vida a alguien
intencionadamente."). Quien es víctima de un accidente o un homicidio, o
se quitó la vida voluntariamente, es eso: un occiso .
Esta palabrita que, además de aparecer en los diarios es pronunciada por
los locutores de radios o televisión, con mucha frecuencia en estos tiempos,
debido a casi cotidianos hechos de violencia o siniestros, y es empleada
también por abogados, jueces, fiscales y policías, tiene su origen en el latín
"occīsus", que es el participio pasado de "occidĕre", que
significa matar; y la acepción que encontramos en el Diccionario es
"Muerto violentamente".
O sea, pues, no vaya a meter la pata
llamando "occiso" a su vecino que dejó de existir tras una penosa
enfermedad, o a su abuelito que se murió "de viejito".
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