En realidad, yo no me explico de dónde pudo haber sacado don Marco Aurelio aquello de que la expresión “cuando las papas queman” tiene que ver con la llamada “papa sexual”? No es así. La alusión metafórica que aparece en esta frase popular tiene relación con el tubérculo que, al estar caliente, resulta difícil de ser sostenido por las manos; y cuando decimos “las papas queman” estamos refiriéndonos precisamente a situaciones insostenibles, difíciles, de las que quisiéramos liberarnos o con las que preferiríamos no hacer contacto, con las que no nos sentimos capaces de involucrarnos.
En cambio, si la “papa sexual” estuviera caliente, tal circunstancia sería, más bien, cuando nos gustaría acercarnos; porque eso no es intolerable, sino todo lo contrario: es lo que buscamos, lo que nos atrae a los varones.
Este debate (Denegri/Hildebrandt), como se recuerda, no es reciente; viene desde junio del año pasado, cuando la doctora Martha Hildebrandt publicó en El Comercio una nota en la que habla acerca de la expresión “papa caliente” y dice, al respecto, que se trata, “sin duda alguna de una traducción literal de la más antigua expresión inglesa hot potato.” Tras esto, Denegri, en su programa de la televisión, habló con Marcela Robles y en un momento de la entrevista hizo el comentario en los términos que conocemos. Dijo que la expresión “papa caliente” no proviene de la alusión al tubérculo andino sino de la que popularmente se hace al órgano sexual femenino.
Como se advierte, hasta ese momento la discusión giraba en torno a la expresión “papa caliente”. Ahí está el asunto, pues. No se trataba exactamente, en el razonamiento de don Marco Aurelio, de la expresión “las papas queman”, sino de “papa caliente”.
Y, efectivamente, podría ser razonable lo que dice al respecto: papa caliente es igual a vulva de una mujer infectada con una enfermedad venérea que podría dar lugar a que contagie a alguien, es decir, que “queme” a la persona que pudiera tener contacto con ella.
Pero lo cierto es que cuando alguien -en el uso popular- hace referencia a que una mujer tiene la “papa caliente” no alude a ninguna infección venérea, sino a la “calentura” de la fémina ardiente, deseosa de tener un encuentro sexual (y, si nos vamos al extremo, ninfómana): fulana de tal tiene la “papa caliente” (lo contrario a mujer frígida).
El problema aparece cuando Denegri traslada, ahora sí, el comentario respecto de “papa caliente” a la expresión popular -que es completamente distinta- “cuando las papas queman” (“papa caliente” y “cuando las papas queman” son -no solo textualmente, sino por razón de uso- diferentes). Atendiendo a la explicación que da (aludiendo a enfermedad venérea), nadie, hasta donde entiendo, se alejaría de “las papas (vulvas) calientes” (así, en plural), puesto que la probable relación contagiosa (la que “quema”) se daría con una sola “papa caliente” y no con varias. ¿O es que cuando, por ejemplo, una persona va a un burdel lo hace para “encamarse” (obviamente, sin protección) al mismo tiempo con varias mujeres, eventualmente sifilíticas? No, pues. Se alejaría de una “papa caliente”, de una sola. Pero, en cambio, cuando se habla de “las papas (tubérculo) que queman” aquí sí es legítimo hablar en plural, porque puede, en un plato o en una olla, haber no una sino varias papas calientes y podemos coger más de una y, así, quemarnos las manos; y si esto ocurre, al toque las soltamos. Es decir: se da una situación insostenible.
“Cuando las papas queman” es, pues, la metáfora de una situación con la que no quisiéramos involucrarnos o de la que quisiéramos liberarnos, “zafarnos”, porque “quema” como patatas recién sancochadas.
El hecho de que Juan Álvarez Vita haya considerado en su Diccionario de Peruanismos, para la frase “cuando las papas queman”, una explicación similar a la que Denegri defiende, no es prueba de que lo dicho sea verdad; tampoco lo es el que algunas personas “que pintan canas” se rían de la definición de la señora Hildebrandt. ¿O es que para encontrar explicaciones a frases populares cuyo origen es estrictamente anónimo, hay que documentarse con ese tipo de “pruebas”? No, pues. En estos casos, el camino es “menos académico”: funciona más eficazmente la interpretación y el sentido común.
Hay mucha gente que ha celebrado la posición del señor Denegri. Me parece muy bien. Lo malo es que eso se da -según parece- no solo por la simpatía que él genera en los televidentes, sino por lo antipática que resulta, en gran medida, la doctora Hildebrandt, entre otras cosas, por su confeso y convicto fujimorismo. Esto, obviamente, le quita seriedad a las cosas. Denegri me parece admirable, sinceramente lo digo. Pero creo que no todo lo que dice puede ser admitido como una verdad absoluta. Por ello es que, con todo respeto, me permito exponer mis opiniones discrepantes.
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